El volumen 47 de la colección recoge documentos y textos relativos a la catástrofe. / N. F.
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El archivo de Varela refuerza la tesis de que la explosión del 47 fue un sabotaje

El secreto al que se sometió el proceso de la jurisdicción militar, unido al casual incendio que calcinó los archivos de la Marina de San Fernando, impidió la trascendencia de datos relevantes

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Las investigaciones abiertas tras la cesión del archivo documental del General Varela al Ayuntamiento de Cádiz desvelaban nuevos indicios sobre el origen de la explosión producida el 18 de agosto de 1947 en la Base de Defensas Submarinas de Cádiz, ubicada junto a los antiguos astilleros de Echevarrieta y Larrinaga.

Los documentos, custodiados en el Archivo Histórico Municipal de la capital, refuerzan ahora la tesis de que el almacén número uno donde se produjo el siniestro fue objeto de un sabotaje, una de las teorías barajadas en la época y posteriormente refrendadas en las copiosas indagaciones no oficiales que sucedieron a la catástrofe.

El secreto al que se sometió el proceso de la jurisdicción militar, unido al casual incendio que calcinó los archivos de la Marina de San Fernando -donde se requisaba la información del polvorín del Ejército-, impidió la trascendencia de datos relevantes sobre una investigación que se zanjó primero con la vana conclusión de que fueron «causas no determinadas aunque ajenas a los explosivos» y después con su sobreseimiento por la inexistencia de un delito.

La información relativa al siniestro, que causó 160 muertos y miles de heridos en Cádiz, está contenida en el tomo 37 de los 163 de que consta la colección, además de en otros capítulos con informes secretos militares del Régimen franquista. Según José Blas Fernández, los datos recogidos por el General Varela apuntan al sabotaje y se cimientan en aspectos como las declaraciones contradictorias de un grupo de marineros que auxilió en los astilleros gaditanos tras la explosión.

Las confesiones se realizaron ante los antiguos Juzgados Municipales (hoy de lo Civil), que ulteriormente se inhibieron en favor de los tribunales militares ante la relevancia del suceso y la confidencialidad de la información sobre el arsenal de cargas de profundidad, minas antisubmarinas y cabezas de torpedo que la Armada instaló junto a los astilleros cinco años antes, en 1942.

A pie del suceso

De sus palabras se extrae que el origen en un incendio no es certero, puesto que los propios marineros que participaron en el auxilio inmediato y quitaron las espoletas de las minas junto a Pery Junquera para evitar una tragedia mayor desmintieron la existencia de llamas en el epicentro de la deflagración.

A esta circunstancia se une la coincidencia de varios casos peculiares y otros no tanto, como el hecho de que el General Franco no visitara la ciudad, parcialmente destruida y considerada zona devastada, hasta meses después del siniestro, o que veintidós días después se produjera una explosión similar en otro polvorín en Alcalá de Henares (Madrid).

Aunque de otra índole, igualmente significativa fue la historia de un ciudadano isleño preso de la División Azul en Rusia que se hizo pasar por él en su hogar desde el mes de julio anterior y que desapareció el mismo día de la tragedia advirtiendo a la familia de un posible peligro esa misma noche, según narra el escritor y periodista José Antonio Hidalgo en su obra Cádiz 1947. La Explosión sobre el suceso que marcó el pesaroso desarrollo de la ciudad en la segunda mitad de siglo.

Otras informaciones que han trascendido y que también apuntan la tesis del sabotaje son las declaraciones de testigos que se apercibieron de la salida de una barca de los astilleros en la oscuridad de la noche o el conocimiento de que los servicios secretos españoles detectasen a una pareja de súbditos checos que avisaron de un próximo suceso en Cádiz.

La relevancia de los documentos legados por la familia del General Varela en el año 2002 se debe a los cargos de responsabilidad que el militar isleño desempeñó durante el Régimen y a su posición privilegiada en el momento del suceso como Alto Comisario de Marruecos y Gobernador General de las Plazas de Soberanía.

Papel activo desde Africa

Desde su destino en tierras árabes, el ex ministro del Ejército participó activamente desde el primer día en la investigación y las labores de auxilio a la población gaditana, diezmada por un siniestro que arrasó Extramuros (barrios de San Severiano, España y Bahía Blanca) y golpeó más levemente el centro de Cádiz gracias a que la muralla, convertida en pantalla, evitó una mayor propagación de la onda expansiva.

También desde su misión en Marruecos, el General Varela intercedió para dictar el decreto de adopción de la capital a Regiones Devastadas, lo que abrió la puerta a la llegada de cuantiosos caudales estatales y a la posterior instalación de empresas públicas como la naval, la aeronáutica o la tabacalera. Incluso, en su consagración a la causa gaditana, el militar de San Fernando recibió la reprimenda del Gobierno británico por el desvío de medicinas como la valiosa penicilina y otros víveres desde Gibraltar.