ESPAÑA

Charnegos malnacidos

La publicación de las dichosas Balanzas Fiscales de las Comunidades Autónomas con que amenazaban determinados políticos nacionalistas, ha pasado por los medios sin pena ni gloria, sin producir la catarsis que, según ellos, provocaría el conocimiento público de las aportaciones de las Comunidades a la riqueza nacional. Se me escapa el alcance de que se sepa que las más ricas aportan más dinero que las más pobres: en ese mecanismo de redistribución se asienta cualquier Estado, en repartir parte de la riqueza de los ciudadanos más prósperos entre los menos favorecidos.

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En la polémica por la modificación de los criterios para el reparto del Fondo, dos políticos se han salido de tono de una forma ofensiva y soez. Un concejal de ERC y un ex parlamentario de ICV han conseguido su momento de gloria a costa de los extremeños. Ha sido como una mala secuela de aquellas mugrientas películas del tardo franquismo, donde el extremeño que emigraba a Cataluña o Madrid hacía reír a un pueblo que todavía escondía bajo la cama la alpargata con la que había huido del terruño.

El gracioso concejal ha colgado una página Web invitando a los catalanes a apadrinar un niño extremeño, desnutrido, descalzo y sucio. El otro ha dicho que no agradecer a los catalanes su esfuerzo solidario (¿?) es de malnacidos. Un alcalde extremeño le ha respondido con un exabrupto inadecuado, aunque demasiado poco ha pasado para la insolencia de la ofensa y el insulto.

Coincide la polémica con mi llegada a un encantador pueblecito extremeño del que procede mi familia, por una magnífica autovía, recién estrenada: la Vía de la Plata. Desde ella se puede contemplar la extraordinaria belleza de los campos extemeños y el patrimonio de sus ciudades monumentales, la variedad de sus ecosistemas y el despegue económico de la agroindustria. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas estoy conectado a Internet por una red Wi.fi que el Ayuntamiento y la Comunidad han instalado en este pueblo.

En Extremadura están cambiando muchas cosas, afortunadamente, pero no es con la generosidad de Cataluña, sino, principalmente, con el esfuerzo de los que sacrificaron su vida en las miserables barriadas del extrarradio barcelonés o bilbaíno para que sus hijos pudieran elegir lo que ellos nunca pudieron. Y con el dinero que todos los españoles, incluidos los catalanes, pagan en concepto de impuestos a un Estado que es de todos.

Señor. Suñé, hace años había niños desnutridos y hambrientos como los de su página Web en Las Hurdes o en la Siberia Extremeña, pero ya no, aunque usted parezca anhelarlo. Señor Puig, los extremeños, como los andaluces, somos agradecidos y allá donde vamos intentamos asimilarnos a los pueblos que nos acogen, aunque algunos guarden bajo la almohada la Virgen de Guadalupe o la Macarena. Llegamos incluso a ser, si nos lo proponemos y los ciudadanos lo deciden, presidentes de Cataluña.

Lo de malnacidos supongo que se refiere a que muchos extremeños o andaluces no nacieron en tan buenos hospitales como los que éstos construyeron con sus manos en Cataluña. Mientras la renta per cápita siga siendo tan superior, cabe preguntarse si el problema es su administración o redistribución. Echar la culpa a los charnegos es xenófobo y neofascista.

Einstein, que llegó a dudar de la infinitud del mismo universo, siempre pensó que la estupidez humana podía llegar a ser infinita.