NOVELA NEGRA. El autor Élmer Mendoza. / LA VOZ
Cultura

¿Viva México!

Los escritores mexicanos Élmer Mendoza y Yuri Herrera publican dos novelas que indagan en la sociedad de su país

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De vez en cuando al azar se le pone cara de rey mago o de fiesta sorpresa que nos alborota felizmente el tedio de los días en ruina. Ese dichoso azar obra su pequeño milagro en el mundo de la literatura escrita en español juntando en las mesas de novedades dos títulos de autores mexicanos especialmente estimulantes: Trabajos del reino, del novato Yuri Herrera (Actopan, 1970), publicada en España este año por la editorial extremeña Periférica; y Balas de plata, del veterano Élmer Mendoza (Culiacán, 1949), último Premio Tusquets Editores de Novela.

Como en alguna de esas inconfesables películas de serie B -o peor- que inexplicablemente retiene nuestra memoria, estas dos novelas aparecen en el panorama literario a la manera de ese grupo de mariachis borrachos de tequila y de plomo que sacuden con sus gritos y disparos el silencio nocturno y las calles polvorientas de la formalidad literaria más aburrida.

A pesar del símil, el tono y las maneras nada tienen que ver con los tópicos que habitualmente se manejan sobre México, porque tanto Yuri Herrera como Élmer Mendoza tratan de echar un vistazo al México real, no al de cartón piedra de los estudios cinematográficos.

El México real

Tanto en Trabajos del reino como en Balas de plata puede detectar el lector un intento honesto de explicar qué es lo que está pasando de Chihuahua a Chiapas, y desde Sinaloa a Yucatán.

Sin caer en tópicos literarios -es decir, en fórmulas narrativas realistas muy trilladas- y reinventando géneros clásicos, las novelas de Yuri Herrera y Élmer Mendoza echan un vistazo a lo más duro y real de la sociedad mexicana del momento: el clientelismo y la violencia que se generan cuando quien debe ejercer el poder político y administrativo está supeditado a intereses mafiosos o, lo que es lo mismo, a la falta de escrúpulos de los narcos y sus guaruras.

La fabulación narrativa de las dos novelas que nos ocupan, y la efectividad y acierto con que la llevan a cabo sus autores, contribuye a que en ellas la literatura cumpla una de sus funciones esenciales: ordenar el caos, explicar lo complejo, asentar lo que está en el aire, comprender y atar los hilos sueltos de las tramas superficiales de la vida cotidiana.

Dimensión íntima

Pero, además de esto, Trabajos del reino y Balas de plata van un poco más allá del mero análisis sociológico. Yuri Herrera y Élmer Mendoza investigan las repercusiones más personales de un clima social como el del México actual, la dimensión más íntima de sus fenómenos, la de los individuos dentro de una realidad compleja, la de los vaivenes a los que éstos se exponen continuamente, la de sus decisiones y, en definitiva, la de su libertad, en caso de que ésta sea posible.

Los individuos-protagonistas en cuestión se llaman Edgar, El Zurdo, Mendieta en Balas de plata: agente de la ley en proceso depresivo porque su chica lo abandonó y por algunos episodios de infancia, y Lobo -o El Artista- en Trabajos del reino, cantante al servicio de un narco, El Rey. A pesar de tratarse de personajes distintos en novelas de muy diferente factura -especialmente interesante la vuelta de tuerca al género policiaco en Balas de plata-, a ambos les une la exposición excesiva a las verdades del México real, es decir, a sus cloacas.

El zurdo

El Zurdo Mendieta, agente de la policía mexicana, quiere averiguar qué hay en el fondo de una serie de asesinatos que le ha tocado investigar, a pesar de que existen muchos intereses para no remover la tierra que sepulta a los muertos. Tirar de este hilo ensangrentado le reportará unas cuantas sorpresas, que enlazan a lo más granado de la sociedad mexicana con lo más bajo de la condición humana.

A pesar de todo ello, a pesar de su incorruptibilidad, el Zurdo también tiene su precio, aunque este no se mida exactamente en pesos ni en dólares, sino en moneda íntima, en el valor bursátil de los desengaños cargados con las balas de plata de la traición. La cuestión que parece quedar en el aire en Balas de plata es que quizá cada uno elige sus motivos para corromperse. En manos del lector queda elegir cuál es la forma más lícita.

Lobo o el artista

En cuanto a Lobo, el protagonista de Trabajos del reino, hay que destacar la evolución del personaje dentro de la alegoría o metáfora con tintes medievales que monta Yuri Herrera para hablar de su México. Lobo es un buscavidas que se gana unos pesos cantando corridos por las cantinas. El discurrir de sus días cambiará radicalmente cuando coincide con el Rey, un narcotraficante poderoso, y este lo incluye en su Corte. Allí será el Artista que canta narcocorridos en alabanza de su señor. Las identidades dentro del Palacio y de la Corte se diluyen. En este territorio cada uno ha de renunciar a su libertad para "cumplir los trabajos del reino", como rezan los versos que compone y canta el Artista en la página 106 de la novela. Pero no todos están conformes con su papel y hay secretos que son difíciles de guardar. El orden medieval de la Corte inevitablemente desembocará en desorden y muerte.

Una vez rotos los lazos cortesanos, el Artista recupera su identidad y Lobo volverá a ser dueño "de cada parte de sí, de sus palabras, " y de su nombre. A veces resulta muy cómodo que otros piensen por ti. Es fácil renunciar a tu identidad y a tus principios a cambio de protección y bienestar.

Pero sabemos que esto tiene sus riesgos, que nada es gratis y que tarde o temprano alguien vendrá a reclamar los servicios prestados con intereses de demora desorbitados. Un país no puede vivir chantajeado, porque se le acumularán los encobijados en las cunetas. Un país ha de elegir entre perder su identidad o recuperar su libertad, su capacidad de decisión, como Lobo, el protagonista de Trabajos del reino.