Umbral del dolor (masculino)
No hay estadísticas, ni datos y estoy a punto de cometer una de esas generalizaciones que llenan de cartas -o amenazas de muerte- las redacciones de los periódicos, pero me atrevo a decir que el umbral del dolor está más cercano en el universo masculino que en el femenino.
CÁDIZ Actualizado: GuardarUno recuerda todas estas películas del Oeste americano en la que al tipo le iban a cortar una pierna y el médico sólo decía:
-Te va a doler, Jack.
Y Jack sólo torcía el gesto, agarraba la botella de whisky y bebía a morro mientras un chorrito de licor le empapaba la camisa.
Cuando el facultativo-carnicero comenzaba a serrar, Jack sólo juntaba los labios y emitía un gruñido que se oía hasta sensual. Y digo gruñido. No alarido, ni lamento, ni siquiera quejido.
Por eso, cada vez que una tiene la oportunidad de oír a un hombre quejándose por una simple gripe, recuerda esa escena: la pierna a punto de ser mochada; la bala a escasos segundos de ser extraída o la flecha arrancada de cuajo del hombro.
Los hay incluso que exclaman compungidos, mientras extraen un clínex sobado del bolsillo:
-Tú no sabes cómo me siento.
Y eso por no hablar de todos aquellos aficionados a darse un diagnóstico con o sin la ayuda de internet. ¿Por qué para tantos hombres en este mundo un dolor de cabeza es presagio de un tumor cerebral? ¿Una mancha de un melanoma? ¿Cómo unas vulgares agujetas en el brazo pueden confundirse con un infarto?
Para todos aquellos sufridos y sufridores de enfermedades reales o inventadas, ahí va una de esas citas célebres: Todas hieren. La última, mata.