SACRIFICIO. Castillejo se ejercita en uno de sus últimos entrenamientos. / ALBERTO MORALES
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La cuenta atrás de Javier Castillejo

Cerca de los 40 años y de la retirada, el mejor boxeador español de la historia peleará el martes en Alemania contra Carrera en un combate del que saldrá el aspirante al título mundial de los medios

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Después de tres meses de sacrificio, Javier Castillejo disfruta sintiendo una vez más el vértigo inquietante de la cuenta atrás. El Lince de Parla pasada mañana en Alemania con el argentino Mariano Natalio Carrera en un duelo del que saldrá el aspirante al título mundial del peso medio (versión Asociación Mundial de Boxeo), en poder del alemán Félix Sturm. «Soy optimista. Me encuentro muy bien», asegura el púgil madrileño, que a sus 39 años -en marzo cumplirá 40- se enfrenta a uno de los últimos retos de su carrera, la más larga y brillante que ha completado nunca un boxeador español. «El año que viene me retiro», anuncia el ocho veces campeón mundial, antes de comenzar su sesión vespertina de entrenamiento.

Son las cinco menos veinte de la tarde. Todavía un poco somnoliento tras la siesta, pero preparado para la faena -mallas negras, botas de boxeo, sudadera y una camiseta roja con la leyenda Por un infierno digno-, Castillejo entra en el gimnasio que la Federación Madrileña de Boxeo tiene en la calle Payaso Fofó, en los bajos del estadio del Rayo Vallecano. Un grupo de boxeadores ya está entrenando. Unos saltan a la cuerda y otros pelean con su sombra.

Lamentos

Mientras el púgil madrileño se venda las manos en una esquina del ring central, presidido por una bandera de España y otra de la Comunidad de Madrid, aparece su manager y entrenador desde hace 18 años, Ricardo Sánchez Atocha, todo un clásico del boxeo español. Su larga melena de viejo heavy, anudada en una coleta, ha paseado por todos los rings del mundo. Por desgracia para él, más por el extranjero que por su país, donde el boxeo agoniza, vetado por la corrección política y el olvido de las televisiones. «No tenemos ni un puto apoyo. Tenemos que pelear en casa del vecino porque nosotros no tenemos casa», dice, con una mueca de desencanto y cansancio.

Lo que no soporta el manager y técnico madrileño es la injusticia que, a su juicio, se está cometiendo en este país con Javier Castillejo, el segundo deportista español que más títulos mundiales ha ganado después de Ángel Nieto. Antes de subir al ring para poner un poco de vaselina en la cara de José Vidal Soto, que prepara su asalto al título Intercontinental, Sánchez Atocha detalla los motivos de su indignación. «Javi lleva quince años en la élite mundial y ha peleado con todos los grandes, De la Hoya, Vargas, Mullins, Sturm... Ha sido campeón del mundo en dos categorías distintas y es un deportista ejemplar que se ha cuidado como nadie. De lo contrario, no estaría como está con casi cuarenta años. Pues bien, en España no es que no televisen sus combates. Es que no dan ni el resultado», clama.

Tras 25 minutos de frenético baile con la comba, Castillejo hace sombra, movimientos de esquiva de hombros y saco. Corre la tarde y el gimnasio vallecano se va llenando y caldeando. Cruje el suelo de madera, retumban los golpes y rugen del esfuerzo los boxeadores. Huele a sudor. La actividad es febril; hipnótica por su volumen, intensidad y efervescencia. Cada tres minutos, el tiempo que dura un asalto, la alarma del reloj se dispara y, durante unos segundos, todo se detiene. El gimnasio entero recobra entonces el aliento, como un organismo vivo, antes de volver a la lucha.

«Tengo que tumbarle»

Pasadas las siete de la tarde, tras una larga serie de golpes en la distancia corta, el Lince de Parla hace unos estiramientos y da por finalizado el entrenamiento. Está empapado de sudor y los tatuajes le brillan en los bíceps. Después de tres meses con sesión doble de entrenamiento -fondo, resistencia, velocidad y pesas por la mañana y técnica de boxeo por la tarde- ya está listo para su combate con Carrera, un duelo de pronóstico incierto. El argentino le ganó el año pasado por KO en el undécimo asalto. Sin embargo, fue desposeido del título ya que dio positivo por clembuterol. Todo indicaba que Carrera sería castigado con dos años de suspensión, pero la pena quedó en cuatro meses. Dicen que la amistad entre el púgil de Buenos Aires y el hijo del presidente de la Asociación Mundial de Boxeo influyó en esa extraordinaria rebaja. Y como quizás pueda influir también en el veredicto de los jueces pasado mañana, Javier Castillejo tiene claro el objetivo. «Tengo que tumbarle», dice, camino de la ducha.

Al cabo de un rato, ya fresco y relajado, toca la hora del pesaje. El campeón español está en 74 kilos de fibra y músculo. Perfecto. Dice que no tendrá ningún problema para ponerse en los 72,5 kilos que son el límite del peso medio. Nunca los ha tenido. Castillejo se ha cuidado siempre como un monje. No prueba el alcohol y hace seis pequeñas comidas diarias a base de pavo, arroz, huevos, frutas, cereales, pasta, carne, legumbres, vitaminas y batidos de proteína de suero Ultimate Stack. «Tengo un metabolismo muy rápido y necesito bastantes calorías», explica.

Castillejo saca una Cocacola de la máquina de refrescos y, derrengado, se sienta en una silla, a la entrada del gimnasio. Dijo una vez que el esfuerzo le deja «como un gatito inofensivo» y algo de eso hay. El púgil de Parla habla despacio, con suavidad. Le gusta recordar su carrera, los 68 combates -con sólo 6 derrotas- que lleva desde que debutó como profesional en 1988 ante Ángel Díaz en el campo de fútbol del Moscardó. Se acuerda de todos, pero de algunos más que de otros. Puesto a elegir, destaca su título mundial superwelter ante Mullins, con la Cubierta de Leganés llena hasta a bandera, y el título de los medios, cuando noqueó a Sturm en su propia casa.

La conversación acaba dando un giro inevitable. El boxeador madrileño se siente olvidado y esa espina nunca dejará de tenerla clavada en su orgullo. «Me duele que con todo lo que he hecho no se me haya reconocido nada. Fuera se me reconoce mucho más. En el extranjero soy un campeón. Y aquí soy el que salió en Aventura en África con el hermano de Jesulín. ¿Por qué? ¿Me lo he preguntado tantas veces! ¿Con lo que ha sido el boxeo en España! La verdad es que esto es una mierda y me gustaría que alguien me explique el motivo», se queja Castillejo, que ya piensa en su futuro.

Seguirá ligado a las doce cuerdas. «Me gustaría montar una escuela de boxeo en Parla para que los chicos no pierdan el tiempo en la calle pensando en cosas que no deben. El boxeo te obliga a una gran disciplina. Te enseña el valor del sacrificio, te hace duro y resistente, te hace un caballero. Es el mejor entrenamiento para la vida», dice, levantándose de la silla. Su mujer y sus dos hijos le esperan en casa. Castillejo coge la bolsa de deporte, se despide del visitante y sale a la noche de Vallecas.