SALINAS. Alejandro Pérez, José Antonio Barroso y Sebastián Saucedo, durante la visita. / J. L. JIMÉNEZ
Ciudadanos

La sal de La Esperanza

El proyecto de Costas y la UCA ha recuperado ya la mitad de las salinas y prevé la creación de una red de caminos que bordee todo el litoral puertorrealeño

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La Dirección General de Costas junto con la Universidad de Cádiz han recuperado la mitad de la salina de La Esperanza Grande y Chica para conservar la tradición salinera de la zona y su valor medioambiental. Investigadores de la Universidad de Cádiz han propiciado esta iniciativa, dentro de una actuación global que prevé la Dirección General de Costas del Ministerio de Medio Ambiente en estas salinas puertorrealeñas que agrupan más de 4.900 hectáreas de las 11.000 que conforman el Parque Natural Bahía de Cádiz.

Durante la presentación del proyecto, a la que acudieron el subdelegado del Gobierno en Cádiz, Sebastián Saucedo, y el coordinador del proyecto de la UCA, Alejandro Pérez, se mostraron las obras realizadas en la primera fase. Costas ha restaurado los cristalizadores, además ha planificado un rescate del borde marítimo a través de senderos que unirán el Puente Carranza con el polígono de Tres Caminos.

La fundación Migre gestionará los usos recreativos y formativos que se crearán en paralelo a la recuperación de los cristalizadores de La Esperanza. Costas pondrá estas nuevas infraestructuras en manos de emprendedores para que la actuación genere empleo. Saucedo reforzó esta apuesta con la coordinación de las infraestructuras con el Parque de las Cañadas, situado frente a las salinas, que se utiliza también para realizar actividades lúdicas y formativas.

El subdelegado anunció también la firma de un convenio «para poner en marcha el proyecto paisajístico y medioambiental de recuperación del litoral de Puerto Real que completa la recuperación total de la bolsa de la Bahía».

El doctor de la Universidad de Cádiz Alejandro Pérez Hurtado está siguiendo el proyecto desde el aula de investigación de humedales costeros. Pérez explico la importancia de esta primera fase, que «ha sido un primer empuje recuperando zonas para la biodiversidad pero posteriormente será un punto de encuentro entre la naturaleza y las personas de su entorno».

Pérez Hurtado aportó ideas para completar el proyecto, como la de crear un tajo de ocio para salineros retirados. «El saber hacer del salinero en tajos de ocio, a ejemplo de huertos de ocio, donde el salinero sea la semilla de los nuevos salinizadores del siglo XXI», explicó. En las 35 hectáreas de tajos de la salina La Esperanza ya se ha producido la primera recolección de esta sal, generada por la primera capa de agua y que antiguamente se conocía como la manda, aunque siempre se rompía para poder sacar la sal de grano grueso, más utilizada.

En una buena temporada, tal y como ha explicado el investigador de la UCA, la salina puede producir unas 3.000 toneladas anuales de sal gorda artesanal, y de ellas, un 5% sería de flor de sal, con un valor comercial «muy superior a la anterior», sobre todo en países como Estados Unidos o Japón, que cuenta incluso con expertos catadores de este tipo de sal.

Además, según ha adelantado Pérez, están estudiando la creación de una cooperativa que comercialice productos asociados a la sal: microalgas como la Dunaliella salina, conocida por su actividad antioxidante y usada en cosméticos y en suplementos nutricionales, ya que produce 40 veces más de betacaroteno que la zanahoria; o la alga espirulina, usada como complemento alimentario.

Una vez recuperada la salina, será la fundación Migres, en régimen de custodia del territorio, el ente que asumirá la gestión de los usos y actividades de la salina para dar cabida a los salineros que impulsarán la producción de la flor de sal, a las empresas de educación ambiental para organizar visitas de colegios y particulares y a los investigadores y científicos de la UCA, que seguirán ligados a las actuaciones previstas en la salina.

Saucedo, auguró que «La Esperanza tiene vocación de convertirse en un laboratorio de campo para los investigadores, un aula abierta para la educación formal y reglada, así como el mejor de los escenarios de conservación medioambiental del territorio».