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El roteño preso en Florida abandona la huelga de hambre que mantenía

Richard Meissner llevaba más de mes y medio sin alimentarse como protesta por las supuestas «agresiones y vejaciones» que afirma sufrir en la cárcel

m. almagro
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El roteño Richard Meissner, encarcelado desde hace 22 años en una prisión de Florida, ha abandonado la huelga de hambre que mantenía desde el pasado 18 de agosto, según ha confirmado a este periódico su madre, la jerezana Ángeles Pérez.

Meissner protestaba así para llamar la atención sobre las «agresiones y vejaciones» que denuncia haber sufrido por parte de funcionarios y otros presos desde que ingresó en prisión por el asesinato de la joven Gina Langevin en 1993. «Durante estos 22 años de mi condena he sido víctima de innumerables abusos físicos y mentales, a manos de sus empleados. Dichos abusos son la norma», explicaba el propio recluso en una carta.

El preso, nacido en la Base Naval de Rota y de madre jerezana, llevaba 45 días en huelga de hambre y su estado de salud era muy débil.

«El médico le dijo que si seguía cuatro o cinco días más entraría en coma», contaba ayer su madre desde Jacksonville donde reside. «Yo creo que se ha asustado y que por eso ha preferido dejarlo».

Su abogado y sus padres han luchado estos años para conseguir el traslado del recluso a una cárcel española, algo que siempre le han denegado a pesar de haber hecho escritos y requerimientos. «Él no quiere la libertad, sabe lo que hizo. Lo que quiere es volver a España, a una cárcel de su país», explica su madre que agradece el respaldo que está recibiendo del Consulado español.

«Ahora al menos le han propuesto trasladarlo a otra prisión donde hay presos más mayores y que tiene programas de estudio. Parece que está mejor, más esperanzado», cuenta Ángeles que acudió a verlo el sábado pasado. «Lo encontré muy delgado. Decrépito».

Meissner entró en prisión con 27 años. Ahora tiene 49 y está condenado a cadena perpetua. Durante todo este tiempo dice haber sufrido hasta 29 tipos de abusos que describe en un escrito elevado a las autoridades competentes, desde agresiones físicas, a sexuales, robos, torturas, desatenciones médicas o amenazas, entre otros.

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