Isabel Álvarez de Toledo, la duquesa roja, en su biblioteca
Isabel Álvarez de Toledo, la duquesa roja, en su biblioteca - la voz
juicio fundación medina sidonia

Ducado de Medina Sidonia, una cuestión moral

Tres hijos enfrentados a la viuda de la duquesa roja, que a su vez denuncia la «traición» de las albaceas, primeras y mediáticas sesiones en los juzgados de Sanlúcar

R. vázquez
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Leoncio Alonso González de Gregorio y Álvarez de Toledo, Duque de Medina Sidonia, no se «siente en el mundo» sin la herencia de su madre, Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, la duquesa roja. Dice que es una «cuestión antropológica», una «obligación moral», reclamar los fondos que su progenitora, fallecida en 2008, donó a la Fundación Casa Medina-Sidonia, una entidad que ella misma había creado en noviembre de 1990 para «conservar y sostener» en óptimas condiciones los bienes que constituían su patrimonio. A saber, el Palacio de Medina Sidonia, con su archivo, biblioteca y todas las obras de arte y otros objetos de interés cultural que contiene.

Este sustancioso legado, protegido como Bien de Interés Cultural, custodiado de forma vitalicia por la viuda –casó en articulo mortis– de la duquesa Liliane Dahlmann, se disputa durante todo este mes en los juzgados de Sanlúcar de Barrameda.

El juicio que enfrenta a los tres hijos de Luisa Álvarez de Toledo y Maura –Leoncio, Pilar y Gabriel–con su madrastra y el Ayuntamiento de Sanlúcar tiene todos los ingredientes de un culebrón. ¿ 'Los ricos también lloran'? Tres días (está previsto que el juicio quede visto para sentencia en 14 sesiones) han dado para descubrir los secretos de familia de las últimas generaciones del ducado hereditario vigente más antiguo de España. Más que para destapar, remover. Tiene otra arista. Hay quien cree que este caso que salpica también la prensa rosa, ejemplifica el «odio» del pueblo llano hacia la nobleza. Meses antes de que se iniciara el juicio que preside el magistrado José Lázaro Alarcón Herrera surgió una plataforma compuesta por una treintena de asociaciones culturales y numerosos ciudadanos ante el temor de que las reclamaciones de los hijos de la duquesa roja terminaran en la desunión o traslado de parte del 'tesoro'.

Los vástagos reclaman la legítima –a Leoncio, el actual duque, heredero universal, le podría corresponder un 30% y a sus hermanos un 11%– de un legado que ellos calculan en unos desorbitantes 60 millones de euros. En términos de cultura, como intangible, resulta incalculable. La joya de la corona de los fondos que custodia la Fundación Casa Medina Sidonia es el Archivo General, compuesto por más seis millones de documentos, reunido en 6.317 legajos y pertenecientes a las diferentes familias o casas señoriales que se fueron uniendo a la Casa Medina Sidonia y que lo hacen uno de los archivos históricos privados más importantes de Europa.

La casa de los líos

El temor de intelectuales, instituciones y la propia fundación de que este archivo se separe fue disipado –o trató de hacerlo– por Leoncio el primer día del juicio. Aseguró que esa consecuencia sería «imposible» si los tribunales le da la razón.

En este mes se resolverá una lucha familiar que en los juzgados se inició ahora hace tres años, cinco después de la muerte de la duquesa roja y otros ocho más desde que la XXI Duquesa Medina Sidonia firmara su último testamento. Obviamente, en él no se incluía los bienes que ya habían sido donados a la Fundación para su preservación y difusión. Cuando en marzo de 2008 murió la duquesa roja, sus tres hijos no lo reclamaron, pero años después, el mismo día aunque de forma separada, interpusieron sendas demandas. Reclaman la inoficiosidad –exceso en la disposición de bienes por donación o por testamento– de la Fundación y que, por ende, los bienes que se integran en ella pasen a formar parte de su herencia. Mantienen que su progenitora solo podía donar lo que en términos legales se conoce como tercio de libre disposición, esto es, el tercio que sobra tras el de la 'legítima' y el de 'mejora'.

La estrategia de los herederos de sangre para declarar esa inoficiosidad no es nueva. Ni en su caso, ni el de otros muchos embrollos por herencia. Su madre los 'desheredó' al pasar todo su legado a la Fundación como castigo. Y aunque el excéntrico Gabriel –sus 'looks' en el juicio también están llenando páginas– ofreció llegar a un acuerdo en su primera comparecencia, lo cierto es que esta pugna está sacando a la luz de nuevo las rencillas entre la duquesa y su viuda con los hijos de la primera.

Biblioteca del Palacio Medina Sidonia
Biblioteca del Palacio Medina Sidonia

Mucho más comedida se muestra siempre Pilar, duquesa de Fernandina -título que también ha traído líos entre los hermanos-. Eso sí, no niega que se ha metido en estas reclamaciones ante la intransigencia de Lilianne Dalhman, que por su parte también ha cargado las tintas contra las albaceas Urquiola de Palacio y Carmen Olías, que fueron nombradas por la que fue su mujer durante unas horas pero con la que convivió más de 25 años.

Paradójicamente, la pareja se conoció en la primera boda del ahora Duque de Medina Sidonia, en 1983. Por entonces, el cisma de la familia se acentuó. Este jueves lo recordaba Gabriel en el juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Sanlúcar. Según subrayó, la Fundación Casa Medina Sidonia -que en un principio llevó también el nombre y el apoyo económico de la Universidad Complutense- se creó justo después de que los hijos de la duquesa iniciaran un pleito judicial contra ella por el destino del testamento de su bisabuela Julia Herrera Herrera, que había dejado como herederos a los tres retoños de Isabel, a los que había cuidado como hijos cuando la duquesa roja, por sus problemas con el franquismo, acabó en la cárcel y el exilio.

La viuda y el hijo mayor de la duquesa roja, en el juzgado
La viuda y el hijo mayor de la duquesa roja, en el juzgado

El vértice de este triángulo, Lilianne Dahlmann, también ha tenido la oportunidad ya de defender sus intereses. En su primera declaración, la viuda de la noble más atípica de este país, aseguró que su mujer «siempre buscó promover una institución o una fundación para darle un fin público, social y cultural al Archivo».

Su versión, que también es la de los propios demandantes, de las albaceas y parece que la del todo el mundo, es la de que el objetivo de la duquesa era proteger su patrimonio, sobre todo de sus herederos legítimos. Esta noble causa, ahora enmarañada y ensuciada, se la había prometido a su madre, María del Carmen Maura Herrera, con apenas 10 años, antes de que ésta muriera. El archivo, por entonces, cabía en un trastero de Madrid.

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