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Teresa Rodríguez, la incógnita benjamina

Nacida en Rota en 1981, es la candidata más joven pero no la más novel en política

SILVIA TUBIO
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Si los candidatos a la presidencia de la Junta fueran una familia (dejemos a un lado esas decisiones acordadas en la cámara andaluza que sólo responden a un interés corporativista de puertas para dentro), Teresa Rodríguez sería la benjamina. De todos los cabeza de lista que se han presentado a las elecciones autonómicas, Teresa (Rota, 1981) es la más joven de carné aunque no las más novata en política.

Criada en IU, estos comicios no son su primera experiencia, pero sí la prueba de fuego para la formación política en la que ahora milita. Esta profesora de Lengua tiene sobre sus espaldas la inmensa responsabilidad de mostrar qué es y cómo actúa Podemos en el escenario nacional de la política.

Porque Bruselas queda tan lejos, como escaso es el interés que suscita su Parlamento al común de los mortales de Brenes, Trebujena, La Palma del Condado o Júzcar.

La primera vez que el nombre de esta gaditana aparece en las lista de un partido fue en 2000. Teresa Rodríguez ocupaba puestos de no salida en unos comicios que no depararon un buen resultado para la formación de izquierdas que se dejaba la mitad de sus escaños en las urnas. En 2007, la corriente a la que estaba adscrita (Espacio alternativo) se renombra para los nuevos retos electorales como Izquierda Anticapitalista (IA), aprobando ese año su escisión de IU.

Teresa volvía a batirse el cobre en las municipales de 2011 como candidata a la Alcaldía de Cádiz bajo las siglas de IA, sin llegar al 1% de los sufragios en una ciudad en la que el 40% de sus electores optó por no votar ese día.

Pero aquello es el pasado de una formación sin resonancia mediática, perdida en el maremágnum de formaciones que nacían fracasadas ante el poder de los partidos clásicos, sus aparatos y clientelas. IA se enganchó al descontento popular cristalizado en el 15M y recogido como bandera por Podemos.

Hoy en día IA es clave en la articulación de la joven formación en Andalucía. Tan influyente que ya han salido voces y renuncias que acusan a ese corriente de la corriente de controlar las asambleas en las plazas andaluzas, contradiciendo esa marca de sistema asambleario que suena tan romántico como utópico.

Su influencia se evidenció cuando Teresa Rodríguez no tuvo rival en las primarias de Podemos en Andalucía, silenciando las voces de quien la alejaba del proyecto Podemos por haber integrado una candidatura alternativa al omnipresente Pablo Iglesias, con quien había compartido lista como número dos a las Europeas de 2014 donde dieron la primera sorpresa.

Su siguiente paso, que supuso ser consecuente con ese proceso electoral interno, conllevó la única mácula que aparece hasta la fecha en el expediente político de la gaditana: renunciar a su puesto de eurodiputada por el que había sido votada por elección popular. Sí, por voluntad del pueblo. Pero la necesidad de un partido por hacer, al que no le sobran caras reconocibles para tanta batalla electoral en menos de doces meses, inclinó la balanza hacia ese lado.

En el escenario presente, el viento sopla a favor por la fuerza del desencanto y Teresa Rodríguez salta de la irrelevancia a los titulares de quien lidera una alternativa política capaz de cambiar el calendario electoral en Andalucía. A estas alturas de la película, el adelanto de Susana Díaz sólo se entendía desde el temor a perder la hegemonía socialista en la única comunidad autónoma gobernada por el mismo partido desde el final de la dictadura. Y al final, aunque hubo pérdida de votos, Díaz salvó los muebles.

La voz aniñada, aunque experimentada en el discurso de la protesta. Con una oratoria que apela al sentimiento, más que al contenido de las propuestas; que ha crecido como las mareas ciudadanas en las que era habitual verla participar en Cádiz, jaleada por la desesperación de un país huérfano de ilusión política. Pero que también se ha moderado, de manera repentina, desnudándose de aquellas referencias que no concitan mayorías en las urnas: trotskismo, marxismo...

Esa voz con fuerte acento andaluz se enfrenta ahora al reto de hacer política real, de la que afecta a un ciudadano harto de mentiras y puede llevar al desengaño. Las urnas no le han permitido que pueda ser autónoma en la toma de decisiones y a enfrentarse con su programa a una realidad andaluza abonada a los números rojos.

Algo de desilusión se veía en el rostro de la gaditana en su primera comparecencia tras los resultados; pese a liderar la tercera fuerza política en el Parlamento y a recibir la responsabilidad de saber administrar posibles pactos y alianzas para que Andalucía no se vuelva ingobernable.

Teresa no sólo será mirada con lupa en Andalucía, sino también en el resto de España donde se preguntan, qué hay de cierto en lo de Podemos.

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