Los agentes patrullan por la costa
Los agentes patrullan por la costa - J. A. Cañas
Sancti Petri

«Nos enteramos por Facebook de lo droga en Chiclana y nos fuimos a la playa a por ella»

Dos de los jóvenes busquimanos relatan su detención la madrugada del pasado sábado, tras intentar hacerse con hachís en la playa

J. A. CAÑAS
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Estaba la playa igual que una feria, válgame San Cleto lo que es la miseria. La diferencia es que el botín no eran duros antiguos como el famoso tango de 'Los Anticuarios', sino fardos de hachís. Ni el fenómeno es tan amable como el de escarbar buscando monedas, sino un delito tipificado por ley que se le imputa a más de 60 personas

Los mismos que, alertados por los 2.000 kilos de droga perdida en el temporal del pasado viernes, se lanzaron a las playas de Chiclana, para intentar hacerse con parte del material que iba devolviendo el mar. Un impulso que les costó bien caro a los conocidos como busquimanos. Y si no que se lo digan a dos de los detenidos, con los que LAVOZ pudo hablar ayer.

Aún con el susto en el cuerpo, relataban parte de su historia a trompicones y con evidente nerviosismo.

Raúl y Francis (nombres ficticios ante la negativa a dar sus verdaderos nombres), quedaron en libertad con cargos el mediodía del pasado lunes, imputados por un presunto delito contra la salud pública. Su primera detención, su primera estancia en un calabozo y ahora se enfrentan a penas de hasta cuatro años de prisión. «No había estado en mi vida en un cuartel», reconocía ayer Raúl. Lo mismo lo ocurría a Francis aunque él daba un paso más: «Nos pusieron el caramelo en la boca, estamos parados y hay necesidad».

«Los calabozos estaban llenos y había gente mayor y joven

El motivo, intentar hacerse con más de cinco kilos de hachís, aunque ellos sostienen que ni llegaron a poder cogerlos. Los hechos ocurrieron en la madrugada del pasado sábado, noche en la que se produjo la mayor parte de las detenciones. «Nos enteramos por Facebook y decidimos ir hasta la playa de Sancti Petri. Eran las 3 de la mañana y había marea baja. Cuando llegamos nos encontramos la playa llena de gente escondida, parecía una feria», relata Francis. La noche, entre nubes y claros, dibujaba un paisaje cambiante. De pronto a la lejanía observaron fardos y placas (división menor del fardo y que suelen tener hasta un kilo de peso).

En ese mismo escenario, en la penumbra de la noche, un cadáver, el del primer marroquí que devolvió el mar. «Cuando estábamos a unos metros de la droga, la Guardia Civil apareció, nos dijo que nos tumbáramos en el suelo y nos detuvo pistola en mano», relata Francis. Con ellos, otro grupo superior a la docena.

Gente de allí y de aquí

«Cuando estábamos en la playa apareció la Guardia Civil»

Según sostienen, en ningún momento llegan «a tocar la droga». Sin embargo, la Guardia Civil les imputa intentar hacerse con cinco kilos. «Nos acogimos a nuestro derecho de no declarar porque no estábamos de acuerdo con eso», explica Raúl. Así fue como comenzó sus casi 40 horas de detención, primero en Chiclana y luego en Cádiz. «Nos llevaron allí porque no se cabía en los calabozos. Habían detenidos repartidos entre Cádiz, Chiclana o Conil», explican. Y como compañeros de celda un espectro social variado: «Había gente joven y mayor, jubilados y alguna mujer». Y de más diversa procedencia: Chiclana (la mayor parte), San Fernando, Conil o Barbate. Pero dicen haber coincidido en su detención «con gente que vino desde Sanlúcar o Sevilla expresamente a intentar pillar algo».

Sostienen que iban dispuestos a llevarse lo que encontraran. También que actuaron impulsados por la necesidad y la aparente suculenta recompensa. «Estamos sin trabajo desde hace meses, vimos la oportunidad y fuimos», resume Francis. Con nerviosismo dicen no estar relacionados con «ese mundo», ni haber actuado nunca como busquimanos. «Somos gente corriente con sus profesiones y familia solo que estamos en paro».

Los dos detenidos que se ofrecieron a dar su testimonio prefirieron guardar su anonimato
Los dos detenidos que se ofrecieron a dar su testimonio prefirieron guardar su anonimato

Raro era no encontrar ayer en Chiclana o Conil a una persona que no conociera a algunos de los detenidos. Las anécdotas de primos, hermanos o amigos se amontonaban en conversaciones de bar y de esquina. Pero bien distinto era escucharlo por boca de los propios imputados, entre los que imperaba la ley del silencio.

Fue el barrio de Solagitas el que se llevó la mayor parte del golpe en lo que a detenciones se refiere. No costaba encontrar testimonios de personas cercanas a los detenidos, muchos de ellos aún en los calabozos en la mañana de ayer, otro tanto en los Juzgados de la localidad declarando. Y, mientras, el mar escupiendo hachís a unas playas en las que personas como Raúl o Francis siguen jugándose el tipo para conseguir el sueño del dinero fácil, aunque éste sea de dudosa procedencia.

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