DESASTRE DE BOLIDÉN

Doñana pasa página al vertido tóxico de Aznalcóllar veinte años después de la catástrofe

Los voluntarios que estaban en las marismas desde el primer día vuelven al lugar afectado por la rotura de la balsa de agua contaminada

Los flamencos levantan el vuelo en un espacio ahora completamente recuperado R. MAESTRE

ROMUALDO MAESTRE

María José Santana tenía 23 años el fatídico sábado 25 de abril de 1998. Estudiaba informática en la Universidad de Huelva. Nada más enterarse de la mayor catástrofe medioambiental de España, la rotura de la balsa de lodos tóxicos de las minas de Aznalcóllar , se presentó como voluntaria para ver qué se podía hacer. «Lo primero que hicimos fue venir al río Guadiamar a las puertas de Doñana, donde anida una gran parte de la avifauna del parque. Se hizo un silencio sepulcral. Nos miramos a la cara unos a otros y nos pusimos a llorar . Un olor fuerte a ácido lo inundaba todo. Yo no tenía formación en temas ecológicos, pero nos dijeron que salváramos los nidos y los polluelos, que buscáramos entre el lodo negro y recogiéramos todos los huevos que nos encontrásemos. Un fuerte pesimismo se apoderó de nosotros. Sentíamos en nuestras carnes el dolor de que lo que estaba pasando a nuestro patrimonio natural y lo dábamos todo por perdido».

Veinte años después que por una brecha de 60 metros de ancho y 30 de alto se vertieran 5,5 millones de metros cúbicos de lodos tóxicos y cerca de 1,9 millones también de aguas ácidas, los voluntarios que estuvieron allí desde el primer momento han vuelto. Convocados por la ONG Sociedad Española de Ornitología SEO/BirdLife es un homenaje a su trabajo anónimo y callado. El aniversario de las dos décadas transcurridas no ha podido ser más generoso. El río Guadiamar es ahora un corredor verde rebosante de vida . Los antaños tonos grises de muerte y destrucción han tornado en una explosión de amarillos, blancos y malvas de las flores que después de las espectaculares lluvias han devuelto el humedal de Doñana a sus mejores momentos. Carlos Molina es técnico de la Oficina de Doñana y un apasionado de los pájaros. En media hora ha anotado el nombre de 35 distintos. «Este parque nacional es único, es la reserva natural no sólo de España sino de toda Europa, si en nuestro país hay en torno a las quinientas especies diferentes de aves, 400 están aquí», apunta Molina mientras va «cantando» nombres, «mirar allí, una oropéndula, más lejos un alcaudín común».

Imagen de los voluntarios en Entremuros, justo hasta donde llegó la contaminación R. MAESTRE

«En cuanto se supo la dimensión del desastre nos llovían voluntarios, no solamente de Andalucía, de toda España y del extranjero, americanos, franceses... pero no podíamos organizar y gestionar a tantos», explica Francisco Romero. Él era el delegado de SEO BirdLife en Doñana cuando se rompió la balsa y la mancha llegó 63 kilómetros al sur de la misma, hasta Entremuros, en pleno corazón de las marismas del Guadalquivir. «Donde estamos ahora, en la Dehesa de Abajo (hoy un centro de visitantes) vimos las primeras malformaciones en cigueñas. Los lodos no llegaron aquí, pero sí el agua cargada de zinc, cadmio, arsénico, que se había introducido en la cadena. Los peces, las ranas, los gusanos, las libélulas, todo el alimento natural había muerto». Romero recuerda que por los caminos donde ahora apenas se ven tractores y todocaminos de los agricultores de la zona, era «un continuo desfilar de grandes camiones cargados de lodo contaminado ». «Se instaló una depuradora provisional que al cabo de los dos o tres años hubo que desmontar, había que subir el ph de las aguas ácidas como fuera para neutralizar la toxicidad», argumenta Romero, hoy vocal de la junta directiva de esta ONG. Él es relativamente optimista, «que duda cabe que el cambio es espectacular, pero Doñana sigue siendo un espacio muy complejo con un equilibrio también complicado. Es un punto caliente donde viven muchas de las especies más amenazadas. [Precisamente acabamos de ver una pareja de malvasías, la segunda anátida que corre peor suerte en Europa ]. Cualquier anomalía puede alterarla, quizás los peligros más acuciantes hoy no los vemos, como la sobrexplotación de los acuíferos».

Feria negra de abril

A Pedro Cobo esta «feria negra de abril» le pilló precisamente en Doñana como objetor de conciencia. Hacía su servicio social sustitutorio antes de que Aznar suprimiera la mili anillando aves. «Yo soy de Pilas —remarca Cobo—, vivía muy cerca de aquí y enseguida me puse a trabajar como voluntario, hacíamos un seguimiento no sólo de las aves para ver su evolución, sino también de las plantas, en total pasé seis meses. Jamás creí que vería con mis ojos lo que hoy contemplo . En aquella época había en total 93 parejas de moritos, la única zancuda que vive de forma natural en Europa. Es de pico largo y curvo con tonos pardos y rojizos. Ahora existen en torno al millar y cerca de diez mil ejemplares. Claro que las cosas han cambiado, afortunadamente; antes era más fácil que te preguntaran qué estabas haciendo si te veían con una cámara de fotos retratando la naturaleza que con una escopeta ».

Otro voluntario que estaba a pie de lodo al día siguiente de este cataclismo ecológico sólo comparable al vertido de chapapote del Prestige fue Antonio Augusto Arrebola . «Sentí una profunda tristeza e impotencia, el domingo por la mañana fue un día negro, se trataba de recuperar a toda costa la vida, estábamos rodeados de muerte», manifiesta este voluntario que en 1998 tenía 27 años.

Hoy, veinte años después es casi imposible el silencio. Una sinfonía de cánticos de aves lo inunda todo. Cada uno de estos voluntarios saben identificar perfectamente a que especie corresponde cada tono.

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