Susana Díaz, con su portavoz, Mario Jiménez, y el secretario de Organización, Juan Cornejo
Susana Díaz, con su portavoz, Mario Jiménez, y el secretario de Organización, Juan Cornejo - EFE/ JOSE M. VIDAL
CRISIS DEL PSOE

Susana Díaz se atrinchera en su feudo andaluz tras el fallido asalto a Madrid

La presidenta se centra en apuntalar su liderazgo en la Junta y el PSOE-A, ante el acecho de los sanchistas

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Susana Díaz se queda en Andalucía. En casa y con «su gente» (palabra fetiche en el vocabulario susanista). La presidenta de la Junta de Andalucía se dispone ahora a recomponer la retaguardia tras la estruendosa derrota de las primarias. Le toca hacer lo que mejor sabe: zambullirse en el territorio de las amas de casa, los jubilados y los estudiantes, desparramar sonrisas, mantener el partido compacto como una parroquia y mandar, mandar mucho, para conservar el mayor bastión institucional de la izquierda española.

El mensaje que trasladó a los 46 diputados socialistas en la Cámara autonómica el pasado miércoles no dejaba ningún resquicio de duda sobre el repliegue táctico que ha tenido que emprender, a marchas forzadas, tras perder su último tren a Madrid.

« Toca centrarse en Andalucía, no hay ni un minuto que perder», proclamó haciendo terapia de grupo.

La noche del 21 de mayo fue una auténtica pesadilla para una dirigente que no se ha cansado de explotar su fama de ganadora. «No me gusta perder ni al parchís», confesó en uno de sus últimos mítines que compartió con Pedro Sánchez. En cuestión de horas, la presidenta andaluza ha pasado de fantasear con ocupar el despacho más noble de la sede socialista de Ferraz, a sentir amenazada su parcela de poder territorial ante el acecho de los seguidores al vencedor de las primarias.

El ex secretario general sacó más votos que ella en la capital gaditana, el feudo andaluz de Podemos. Pero Díaz ha tenido que enterrar, temporalmente, el hacha de guerra y hacer hueco a los grupúsculos críticos en las listas de delegados que elegirán a la nueva ejecutiva de Sánchez en el congreso federal.

Díaz ha tenido que enterrar, al menos, temporalmente el hacha de guerra y hacer hueco a los sanchistas en el congreso

Más de una cuarta parte de los 255 representantes que aportará la delegación andaluza en el cónclave son afines al nuevo secretario general. Entre ellos, está el enemigo que tiene en casa: Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, el coordinador de la campaña que ha logrado restituir al defenestrado líder socialista. Es director gerente de la Agencia Pública de Puertos de Andalucía, un alto cargo del Ejecutivo que Díaz preside.

Los primeros pasos de la jefa de los socialistas andaluces tras ver trituradas sus aspiraciones han ido encaminados a proteger la doble estructura de poder sobre la que ha cimentado su sólido liderazgo: la Junta y el PSOE, conceptos inseparables en Andalucía.

Adiós a la fama de ganadora

El iceberg de las primarias ha abierto una vía de agua en el casco del PSOE andaluz. Le ha obligado a corregir el rumbo y a cerrar filas para minimizar daños a toda velocidad. Cuando compareció en Ferraz con ojos tristes y agarrando con desgana la mano del vencedor, ya había decidido convocar de forma apresurada el congreso regional para los días 29 y 30 de julio. Hoy la cita será aprobada por el comité director del PSOE-A.

Golpeada en su amor propio pero sin perder un ápice de reflejos, el pasado martes reunió a los cargos fieles que han hecho carrera en torno a su particular estilo de liderazgo presidencialista para poner en marcha el proceso. Susana Díaz quiere seguir dirigiendo, con mano de hierro, la federación más numerosa del partido, bajo su control desde 2013.

Sus críticos, durante muchos años agazapados y ahora alineados en torno a Pedro Sánchez más por oposición a ella que por convencimiento personal, le han perdido el miedo. Han descubierto en ella un flanco vulnerable e incluso amagan con presentar un candidato a la Secretaría regional, una afrenta impensable hace un año cuando no había quien tosiera a la dirigente andaluza. Su rápido movimiento táctico no va dejar tiempo a sus díscolos para articular una alternativa.

Susana Díaz se enrocará al frente del PSOE andaluz y reforzará su liderazgo al mando de una comunidad que en 39 años —incluida la etapa preautonómica— no ha conocido la alternancia política. Un récord de supervivencia institucional que sólo supera la Unión Social Cristiana en el estado alemán de Baviera.

Sin embargo, la última encuesta electoral, que publicó en enero el Capdea, mostraba cierto estancamiento. Los socialistas vencerían por la mínima en unas autonómicas. Queda, no obstante, mucho tiempo por delante, la política tiene un alto componente de volatilidad y «el PSOE es mucho PSOE», Díaz dixit. En Andalucía más que en ninguna otra parte.

Pero es un aviso a navegantes. El patio trasero de la autonomía lleva tiempo revuelto. Un claro síntoma de agotamiento son las pujantes manifestaciones que han organizado las mareas blancas contra sus recortes y fusiones sanitarias, que se extendieron en los últimos meses por varias capitales, lo que forzó el relevo de dos altos cargos. En los mentideros políticos se especula con una crisis de gobierno porque en cuestiones sensibles para ella, como la sanidad o la educación, su gabinete se ha visto sobrepasado por las críticas reaccionando a la velocidad de un paquidermo.

La Junta es la trinchera de resistencia que le queda a la presidenta. Nadie duda que desde allí puede esperar el tropiezo del sanchismo y preparar el contraataque si sabe gestionar sus prisas. La idea de reeditar a escala nacional su fulgurante ascenso en Andalucía sigue bullendo en su cabeza. Es y ha sido siempre su gran obsesión.

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