El expresidente de la Junta y el exconsejero, durante la entrevista en el despacho del primero
El expresidente de la Junta y el exconsejero, durante la entrevista en el despacho del primero - ROCÍO RUZ

«Nuestro papel en la organización de la Expo 92 de Sevilla fue una mijita significativo»

José Rodríguez de la Borbolla y Javier Torres Vela reviven con ABC los años en los que se gestaron las obras en Andalucia

SEVILLA Actualizado: Guardar
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La entrevista se celebra en el «santuario» de José Rodríguez de la Borbolla, una pequeña sala de un edificio de oficinas donde tiene su despacho y en la que apenas cabe una cómoda, un ventilador y una mesa central llena de libros apilados. De las paredes cuelgan fotos de los ídolos taurinos, deportivos, cinematográficos y políticos del expresidente de la Junta de Andalucía. Un entorno perfecto para hacer memoria. Sobre todo porque entre las fotos hay una vista aérea del casco urbano de Sevilla de cuando la Cartuja era una isla desierta. La foto traslada al expresidente y al que fuera su consejero de Cultura, Javier Torres Vela, a aquellos años ochenta que vivieron a tope creando lo que sería el proyecto de la Andalucía del 92, gracias al binomio Expo y V Centenario.

Para el año mágico ya no estarían en el Gobierno andaluz.

Ambos coinciden en que 25 años después nadie se acuerda de que aquellas obras que transformaron todas las capitales andaluzas se hicieron gracias a un Plan llamado Andalucía 92. «Cuando se hace una obra que genera una nueva realidad, a los tres días esa realidad es de toda la vida», comenta Borbolla.

La memoria es tan débil que hasta Torres Vela, que presidió la Comisión V Centenario, visitó la exposición Al Andalus de la Alhambra en 1992 como un ciudadano más y Borbolla, el expresidente, apenas fue un par de veces a la Expo, porque estaba preparándose sus oposiciones después de que su partido lo «quitara»del Gobierno. Un Gobierno andaluz que movilizó (o, mejor, tuvo que buscar) 34.000 millones de pesetas «a pulmón» en un plan de inversiones para las ocho capitales andaluzas entre los años 84 y 90. Una época «frenética» en la que el diseño de los proyectos se solapaba con la ejecución, había una conciencia de estar transformando Andalucía y había que pelearse con alcaldes como Antonio Jara o Pedro Aparicio, que aunque socialistas no eran fáciles para la Junta por sus celos territoriales... Y encima había que lidiar con las intrigas del partido.

Efecto benéfico

Borbolla recuerda haber dicho a Torres Vela que había que hacer algo para que «el efecto benéfico» de la Expo llegara a todo el territorio de Andalucía. Lo nombró presidente de la Comisión responsable de los planes Andalucía 92 y Colón 92, dirigidos a dotar a cada capital y ciudades colombinas de infraestructura urbana, dotaciones culturales y deportivas, mejoras en los cascos históricos y organización de eventos extraordinarios... Un plus de trabajo que debía compaginar con su trabajo como consejero de Cultura.

Andalucía 92 se gestó en 1984 y se rubricó en 1989, pero la Expo de Sevilla ya era una prioridad política desde los orígenes de aquella Junta de Escuredo en plena creación de su identidad institucional. De aquella época Borbolla recuerda la visita en julio de 1982 de Manuel Prado y Colón de Carvajal para anunciar que Sevilla competiría con Chicago para organizar la Expo del 92. «Desde aquel momento nos pusimos a trabajar».

El expresidente rememora el trabajo de Juan Manuel Castillo Manzano y de Miguel Villegas, consejero y director general de Turismo, respectivamente, y el prediseño de la futura Isla de la Cartuja del estudio de Álvaro Navarro. «La Junta estuvo volcada desde el principio a sabiendas de que el protagonismo no iba a ser nuestro, sino del Estado y la Corona», señala Rodríguez de la Borbolla.

En aquella Andalucía había tanto por hacer que los alcaldes «cambalacheaban» los proyectos después de ser aprobados. Pero aquel plan logró cambiar la fisonomía urbana de Almería con la intervención en la Rambla, dotó de palacios de congresos o de deportes a Málaga, Granada o Huelva y remodeló barrios históricos como San Bartolomé en Sevilla. «Creo que han sido de las obras más aprovechadas y reutilizadas que se han hecho nunca en Andalucía, aunque entonces muchas fueron controvertidas», recuerda Torres Vela.

Los eventos

El exconsejero de Cultura rememora especialmente todas las gestiones para fijar los eventos extraordinarios de cada ciudad. «Fue una de nuestras obsesiones. Había que encontrar para cada ciudad un evento singular de relevancia para que el eco de la Expo la beneficiase». Al final, Andalucía oriental supo aprovechar mejor el tirón. En Almería todavía se recuerda la exposición sobre el Mediterráneo, aunque lo que ha perdurado fue la semilla de una muestra internacional de fotografía que germinó en el actual Centro Andaluz de Fotografía. En Granada fue la gran muestra «Al Andalus» de la Alhambra. Torres Vela recuerda la negociación con el Museo Metropolitan de Nueva York. Los directivos americanos pedían avales «del Estado» que garantizaran la organización, mientras el delegado del Gobierno español miraba al techo. «Entonces, viendo el panorama, tuve que decir: Mire usted, la Junta de Andalucía, que es Estado, la garantiza».

Todo tenía su fundamento. «En Jaén fue la exposición sobre el Renacimiento en la Catedral. Ya habíamos pedido en 1986 la declaración de Patrimonio de la Humanidad para Úbeda y Baeza. Aalgunos compañeros les sentó muy mal que consiguiéramos entendernos con la Iglesia en materia de Patrimonio. Partimos de una reflexión pragmática: más del 70 por ciento del patrimonio andaluz estaba en manos de la Iglesia, o me entiendo con ellos o no hay nada que hacer».

Con orgullo recuerda las gestiones con Carmen Giménez Martín y su contrato para la exposición sobre Picasso en Málaga, el germen del futuro museo que originariamente se planteó en la Tabacalera. «Nos recomendó esa exposición para ir estableciendo relaciones con la familia».

La obsesión fue cohesionar el territorio, y proyectar para el futuro. Se compró la estación de Sierra Nevada que en 1996 acogería el mundial de esquí, y entre otras decisiones se convenció a la Diputación de Sevilla para que olvidara su proyecto de casa de la Cultura y acometiera con todas las Administraciones el Teatro de la Maestranza. «Yo creo que nuestro papel fue una mijita significativo», afirma Borbolla socarrón.

Diez años después de la Expo, el Gobierno de Manuel Chaves se planteó hacer un plan similar al de 1992. Sólo fue una propuesta. Hoy sería imposible, afirman Borbolla y Torres Vela. Consideran que gracias al esfuerzo realizado en aquellos años ochenta hay hoy un mayor sentimiento de pertenencia de los andaluces a su comunidad aunque determinadas élites económicas y políticas, influyentes en sus territorios, mantengan la sensación de agravio. Pero, gracias a aquellos locos años Andalucía dejó de plantearse si era norte o sur, para comenzar a pensar que era una región de Europa con sus problemas.

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