Un socorrista desciende a una embarcación desde un helicóptero RAÚL DOBLADO
EN LA ENCRUCIJADA DEL ESTRECHO

«Nos llamaron unos inmigrantes para recogerlos... en un hotel de Marruecos»

ABC pasa un día con Salvamento Marítimo de Tarifa, la seguridad de 130.000 buques está en sus manos

TARIFA Actualizado: Guardar
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Pan-pan, pan-pan, pan-pan. Este sonido lo conocen muy bien en el Estrecho. Así, repetido tres veces con cadencia, es al menos una movilización urgente de entre 50 y 60 personas. Significa urgencia, ayuda, información, una embarcación con problemas, una fuga de combustible o un hombre al agua. Estamos en una de las vías de navegación más importantes del mundo. Con picos de 130.000 buques que lo atraviesan al año. Veinticuatro horas, 365 días, entre Almuñécar y la desembocadura del Guadiana, un despliegue inusual de radares, cámaras termográficas, satélites, sofisticados sistemas informáticos de vigilancia y comunicaciones, es operado por un ejército casi invisible de funcionarios pertenecientes a distintos ministerios coordinados todos entre sí: Interior, Fomento, Ejército, Hacienda y Justicia.

En este muro de agua que separa dos continentes se concentra lo bueno, lo malo y lo peor de cada familia

Dice un refrán inglés que el que se aburre en Londres es que está aburrido de la vida. Pues el Estrecho de Gibraltar es como la ciudad del Támesis, pero a lo bestia: con absoluta certeza el punto más caliente de toda España en cuanto a seguridad se refiere. Al menos en verano. No pasan ni cinco minutos sin que ocurra algo importante. Aquí, en este muro de agua que separa dos continentes, se concentra lo bueno, lo malo y lo peor de cada familia. Barcos de 400 metros de eslora con más de 18.000 contenedores rumbo a hacer negocio y empresa; lanchas neumáticas con potentísimos motores lanzadas para introducir toneladas de droga y mafiosos sin escrúpulos dispuestos a jugar con la vida de los inmigrantes irregulares que buscan nuevas esperanzas en el viejo mundo en «gomas» de juguete.

El Estrecho es un cóctel al que cada vez se le van añadiendo más ingredientes. En sólo tres meses —julio, agosto y septiembre— pasan por él, dentro de 625.000 vehículos, casi tres millones de personas. El mismo número que peregrinos se dirigen a La Meca en todo el año. Medio centenar de puertos deportivos por toda la costa andaluza albergan innumerables embarcaciones para practicar la navegación de recreo o la pesca. Ahora, con los fuertes vientos, los mismos que han impedido que se masifique de turistas de sol y playa, han convertido a Tarifa en el paraíso del surf y todas sus variantes. Sin olvidarnos del puerto de Algeciras ni del Peñón de Gibraltar.

Más propio de una película de acción

Son las diez y media de la mañana y estamos a bordo de la nave rápida de Salvamento Marítimo (SM) Alkaid, el nombre de una estrella de la Osa Mayor. Tres horas antes ya ha hecho su primera misión yendo a rescatar una patera. Este año, a fecha de 31 de julio, se han atendido a 230 embarcaciones en la zona del Estrecho, la mitad por inmigración irregular. De repente, sin apenas levantar agua por desplazamiento del aire, se acerca por babor un helicóptero Helimer 203 con base en Jerez de la Frontera. Lleva un piloto, un copiloto, un técnico especialista en rescate y un gruista. Una vez que ha adecuado su velocidad a la Alkaid, y en cuestión de pocos minutos, se desarrolla el simulacro de salvamento en alta mar. El socorrista desciende por un cable, la aeronave baja una camilla y suben al supuesto herido. El entrenamiento es fundamental para mantener la destreza y el éxito de estas operaciones, más propias de una película de cine de acción, de lo que no nos imaginamos que pueda ocurrir con bastante frecuencia a pocos kilómetros de nuestros hogares.

Un momento del simulacro en Tarifa
Un momento del simulacro en Tarifa - R. DOBLADO

Para el delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, gran parte del éxito de que la frontera marítima entre Marruecos y España sea en estos momentos una balsa de aceite y no una olla a presión la tienen nuestros vecinos del sur. «Vivimos unas relaciones magníficas con Marruecos —afirma convencido—, España es un referente en Europa de cómo abordar el tema de la inmigración irregular, actuando en los países de origen para limitar los flujos, a la vez que empleamos la solidaridad y entrega con los que llegan, no hay más remedio cuando peligran vidas humanas».

Juan Carlos Dujat, 17 años en Salvamento Marítimo, ahora al timón de la salvamar Alkaid, es reacio a protagonismos: «Nosotros somos un equipo, aquí cuentan todos». En su haber está que nunca, por muy mal tiempo que hiciera, hayan dejado de atender una emergencia. Tienen la plusmarca de operaciones de toda España. «Hemos navegado con fuerza 9, 10 y 11, y nunca hemos cancelado una salida», afirma orgulloso. Para los que desconozcan la escala de viento y oleaje, basta decir que en fuerza 11, la penúltima de la tabla, anterior al huracán, el aire alcanza los 119 kilómetros por hora.

Una fecha grabada

En la mente de todos está grabada una fecha, 10 de agosto de 2014, cuando más de mil inmigrantes llegaron a Tarifa en menos de 36 horas. «Hubo que habilitar un hospital de campaña en la zapata del puerto para hacerles los primeros reconocimientos médicos —recuerda Antonio Sanz—, luego los alojamos en polideportivos porque los centros temporales de acogida no daban abasto. Teníamos preparado un paquete de ropa nueva, mantas y alimentos». «Cruz Roja se volcó como nunca lo había hecho antes», recalca el delegado del Gobierno mientras pasa una a una las imágenes de aquel verano grabadas digitalmente en su móvil y emocionalmente en su memoria. «Primero subíamos a un adulto para que los vigilara y luego íbamos metiendo a los niños, hasta siete y ocho, en la cabina de la salvamar», puntualiza su patrón Dujat. «Ha sido lo más emocionante de mi carrera», concluye.

Es ya mediodía y el sol agosteño aprieta pero no castiga. Julio Berzosa, capitán marítimo de la circunscripción de Tarifa-Algeciras, siente cuando habla la labor que realizan. «Tenemos gran tradición en auxilio marítimo, son 7.400 kilómetros de costa en España y nosotros no hemos notado recortes en las partidas importantes», señala a este redactor.

Cada buque de más de 300 toneladas de registro bruto que pasa está obligado a identificarse

El kilómetro 85 de la carretera de Algeciras a Tarifa es un buen lugar para la pesca submarina. Ahora también se han puesto de moda observatorios para el avistamiento de aves migratorias entre Europa y África. Lo que pocos se pueden imaginar es que allí vigilan otros ojos: la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima (Sasemar). Desde lo alto de sus instalaciones, reformadas en 1987, se controla todo el tráfico marítimo del Estrecho. Cada buque de más de 300 toneladas de registro bruto que pasa por estas autopistas del mar está obligado a identificarse, reportar la naturaleza de su carga y el nivel de peligrosidad. Las pantallas de los ordenadores trazan la trayectoria de cada uno de ellos. Ninguno escapa al ojo que todo lo ve. La información se comparte al cien por cien con Marruecos.

Ocho inmigrantes, ocho llamadas

Pero Sasemar no es sólo un «gran hermano». Es más que nada auxilio. Aparte de emitir partes meteorológicos cada cuatro horas, coordina cualquier incidencia, desde una avería mecánica a una evacuación en helicóptero por una urgencia médica. Al frente de este centro, uno de los veinte que hay diseminados por toda España, se encuentra José Maraver. «Muchas veces los inmigrantes irregulares llaman directamente a nuestro teléfono y nos dan sus coordenadas para que salgamos a recogerlos. Todos vienen con un móvil; es más, se han dado casos de neumáticas con ocho subsaharianos y ocho telefonazos seguidos, para presionar», explica Maraver. Como anécdota cuenta que una vez llamaron unos inmigrantes avisando de que estaban en Tarifa. Rastrearon la zona a conciencia y no encontraron nada. Ya desesperados de tanto buscar inútilmente exigieron que afinaran la localización.

El helicóptero alza la camilla
El helicóptero alza la camilla - R. DOBLADO

«Estaban en el Hotel Tarifa, en la Punta Malabata de Marruecos, adonde querían que fuéramos a por ellos», sonríe Maraver. «Los inmigrantes, el auxilio al tráfico marítimo y las embarcaciones de recreo ocupan cada uno de ellos un tercio de nuestras actividades», declara el director de este centro. «La labor de Salvamento Marítimo pasa muy inadvertida, pero innumerables veces, con una bruma y neblina que no se veía nada, han guiado a muchos barcos deportivos a puerto», añade Javier de Torre, subdelegado del Gobierno en Cádiz.

Multas de 1.200.000 euros por contaminación

«Tarifa Tráfico recuerda que está prohibido arrojar sustancias contaminantes al mar. Las infracciones pueden ser sancionadas con multas de hasta un 1.200.000 euros». Este es uno de los primeros mensajes en inglés que escuchan todos los barcos que atraviesan el Estrecho. Sasemar también se ocupa de la contaminación. Los satélites y las cámaras ayudan a identificar no solamente las embarcaciones sino incluso la naturaleza del vertido. «El trasvase de combustible entre barcos y la limpieza de los depósitos en el mar para ahorrarse las tasas de un puerto han disminuido considerablemente», apunta Berzosa, el capitán marítimo de Algeciras-Cádiz.

La isla de Las Palomas, el punto más al sur del continente europeo, es un apetitoso caramelo que se disputa el Ayuntamiento de Tarifa, la Junta y el Gobierno de España por su potencial cultural. Todo está en ruinas salvo el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). No por mucho tiempo. Antonio Sanz adelanta que están muy avanzadas las negociaciones para cerrarlo y construir uno nuevo. Desde allí, las puestas de sol son espectaculares. El astro rey es engullido lentamente en el horizonte azul. Pareciera que siempre es el agua que apaga el fuego. Como hizo con la vida de Pablo Villagrán, del centro de Salvamento Marítimo de Almería, recién fallecido mientras practicaba pesca submarina, después de ayudar tanto. Sus compañeros de Tarifa me piden encarecidamente que le recuerde en estas líneas. El mar también tiene memoria para sus trabajadores.

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