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Coche y vivienda de los okupas que vivían con 25 perros - ABC

Okupas en Isla Cristina: Año y medio con 25 perros como vecinos forzosos

Los vecinos de la urbanización Las Colinas llevan 18 meses aguantando a dos parejas que les roban, aseguran, luz y agua

SEVILLA Actualizado: Guardar
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«Estamos hartos, dejados de la mano de Dios», se queja Francisco Javier Garrocho, vecino de la urbanización Las Colinas de Isla Cristina (Huelva). Él, junto al resto de los habitantes de ese núcleo residencial a las afueras de la localidad, han estado un año y medio aguantando a dos parejas de okupas y sus 25 perros.

«Vale que nos roben el agua y la luz, pero que no nos quiten también la paz. Los perros ladran a cualquier hora, mañana tarde y noche, es insoportable», explica Garrocho, que se muestra completamente harto. «Entre todos los vecinos hemos tenido ya más de diez juicios», añade.

La historia de esta pesadilla comienza hace una década, cuando una constructora de Lepe levantó tres casas dentro de la urbanización.

Nunca las vendió, la constructora quebró y las viviendas se las quedó el banco. Nueve años después -esto es, hace un año y medio-, apareció el primer okupa con su pareja y muchos perros. Le siguió otra pareja poco después. Cuando los recién llegados se engancharon a la luz y el agua comunitaria, empezó la guerra. La urbanización les cortaba los suministros; los okupas la reenganchaban; más cortes, más reenganches. Y, por medio, insultos, amenazas, broncas, denuncias cruzadas.

Lo curioso es que los propios afectados son también okupas. Cuando vieron que se podía meter a vivir más gente en la tercera vivienda vacía, decidieron entrar y tapiarla.

Excrementios de los perros de los okupas en su casa
Excrementios de los perros de los okupas en su casa - ABC

Los vecinos cuentan que quienes han ocupado las casas ni siquiera son gente necesitada. «Solo para mantener 25 perros hay que tener dinero. Figúrate la de comida que hay que comprar», razona Garrocho. Pero, añade, «es que una de las parejas tiene dos vehículos, un kiosco en la playa y él cobra una pensión».

Aunque la Guardia Civil desalojó el miércoles a la pareja con más perros, temen que vuelvan: «Han dejado todo en la casa. Comida, ropa, hasta el coche», dicen los vecinos. «El que cambió la puerta me dijo que no sabía ni dónde poner los pies dentro de la de porquería que había de los perros». Y, de todos modos, se quejan, se ha quedado la segunda pareja de okupas, que sigue enganchados a su agua y su luz.

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