El mago Jorge Blass, antes de actuar en el Teatro Isabel la Católica
El mago Jorge Blass, antes de actuar en el Teatro Isabel la Católica - L. RAMA
FESTIVAL HOCUS POCUS

Jorge Blass: «Haría desaparecer a Trump, pero tengo un acuerdo con una protectora de animales»

El mago Jorge Blass aboga por la actualización de su oficio: «Hoy la magia de conejo y chistera no tiene sentido»

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Las imágenes que salían de aquel televisor, tan ancho, eran su reflejo en el espejo del futuro. Él no lo sabía, tenía 12 años y merendaba por las tardes con los mismos que ahora le llaman por su nombre. Jorge Blass (Madrid, 1980), empujado por el afán del que es pasional, estaba ya al otro lado de la pantalla con apenas 19 años. Los niños que le veían conectaron con él. En algún momento se convirtió –inercia– en el mago de referencia para las nuevas generaciones. También para las que no lo son tanto. Hoy, a sus 36, está entre los grandes de un arte actualizado y no se concibe con chisteras y conejos, sino a base de innovación. Reflexiona sobre ello poco antes de demostrarlo sobre las tablas del Teatro Isabel la Católica, en el festival Hocus Pocus.

– Defiende que la magia es un arte... ¿Un arte de verdad o de mentira?

– De verdad. Como en todas las artes, hay partes de mentira y partes de verdad. En otras disciplinas artísticas hay engaño, como cuando ves un cuadro de Escher, esas escaleras imposibles, o La Gioconda. En la magia ocurre ese engaño, pero jugamos con la realidad. En nuestro caso la técnica queda oculta. Es un arte muy noble.

– ¿Alguna vez se ha equivocado y ha hecho, por error, magia de verdad?

– Equivocarme, muchas veces. Magia de verdad, cada día. La gente ve magia de verdad, magia que no puede entender y que sucede delante de sus ojos.

– A los niños de hoy, que viven rodeados de estímulos, ¿les sorprende la magia tanto como a los muchachos de antes?

– Lo bueno de la magia es que no importa lo que suceda porque el ser humano siempre tiene la necesidad de fascinarse con lo imposible. Todo el mundo quiere creer, quiere disfrutar de ese pacto que hay entre el mago y el espectador. Por eso, aunque haya móviles, la magia se irá reinventando. Desde que el ser humano, en las cavernas, vio el fuego por primera vez, no hemos perdido la capacidad de fascinarnos.

– Sus allegados habrán perdido esa capacidad.

– A veces, sí. Si convives con un mago, la cosa se hace difícil. Un gran mago, Sharp, decía: «Una sorpresa detrás de otra se vuelve poco sorprendente». Tenía toda la razón.

– ¿Y usted? ¿Sigue enganchado?

– La magia es un veneno. A mí me entró con 12 años. Empecé a ver a los magos en televisión, como Tamariz. O el MagoMigue, que estaba en un programa que se llamaba «La Merienda». Eso me enganchó. Volvía del instituto, me iba a practicar magia, me grababa con cámara... Lo bueno es que han pasado cerca de 24 años y no ha cambiado nada.

– ¿Empezó también con una humilde caja de Magia Borrás?

– Sí, pero no me funcionó nada, ni un juego. Un desastre. Ahora he sacado una línea de cajas de magia con la magia que me gustaría haber encontrado en esas cajas.

– Igual que su generación creció con la magia de Juan Tamariz o el MagoMigue, los jóvenes de hoy han crecido con Jorge Blass.

– ¡Vaya responsabilidad! Es bonito cuando un niño se acerca con un libro. Yo, hace quince años, era ese niño. Lo bueno es que la magia que hacemos, al final, llega a todo tipo de público. La magia es un arte muy global, un arte escénico que puede estar en teatros como éste, entre obras de teatros y óperas. Cuando yo empecé, hace 16 años, los teatros no programaban magia. Ahora la magia ha vuelto a los teatros españoles y los «shows» llenan.

– ¿Un buen síntoma de la magia patria?

– Es un momento dulce para España. Fíjate, en Las Vegas hay muchos «shows», pero es un oasis, no vale. En Nueva York hay uno o dos. En Londres, un par de sitios. En España hay muchísimos festivales en las provincias. Ahora mismo, en Barcelona, estamos tres magos con tres shows en tres teatros distintos.

– ¿Y qué pintan Granada y el Hocus Pocus en todo eso?

– Lo que hay en Granada es muy buen ambiente mágico. De aquí han salido maestros fantásticos, como Miguel Aparicio, que era un genio de la magia, o el MagoMigue, que ha creado escuela. En Granada ha habido mucho ruido gracias al Hocus Pocus. Es «Gran-Hada», como dice Migue.

- Oiga, si pudiera hacer desaparecer a alguien, ¿a quién sería?

– Hay una larga lista... El nuevo presidente de los Estados Unidos sería uno de los primeros candidatos. Pero no puedo hacerlo porque tengo un acuerdo con una protectora de animales.

– ¿Cuál es su truco?

– La innovación, tratar de hacer siempre algo distinto.

– Sin que sirva de precedente, ¿podría desvelar el truco?

– Ahora estoy explorando mucho la tecnología. Trucos con redes sociales, con teléfonos móviles... En eso estamos trabajando, en explorar caminos nuevos. Lo que sí tenemos muy en cuenta los magos es que la magia suceda con lo que hay a nuestro alrededor. Antiguamente la gente llevaba chisteras, por eso el mago de esa época sacaba el conejo de ahí. Hoy esa magia no tiene sentido.

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