Rafael Aguilar

Veladores sensatos

La valiente idea de los vecinos aporta una solución realista contra el abuso del espacio público

Rafael Aguilar
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Por fin alguien dice algo sensato sobre los veladores. Ha sido el Consejo del Movimiento Ciudadano capitaneado por el preclaro Juan Andrés de Gracia esta misma semana y a propósito de la fijación de su postura acerca de las ordenanzas fiscales que redacta el cogobierno del Partido Socialista e Izquierda Unida. La propuesta se resume en que quienes ocupen más metros cuadrados de calle de los que les correspondan paguen más cara la tasa que grava la actividad de restauración en el exterior de los locales y, de otro lado, en que se produzca una rebaja en el importe de la obligada aportación económica al Ayuntamiento en el caso de que los bares y restaurantes solo coloquen mesas al aire libre en una de las dos franjas establecidas —en otras palabras: que elijan entre el mediodía y la noche—.

La idea valiente, práctica, realista que los vecinos ponen encima de la mesa deja atrás las medias tintas con las que los representantes de las asociaciones de residentes y los propios políticos han mareado la perdiz de este fenómeno urbano pernicioso que ha ido a más desde que entraron en vigor las normas restrictivas sobre el consumo de tabaco en el interior de los locales públicos y desde que, casi al mismo tiempo, la crisis económica lanzó al sector de la restauración a decenas, si no a cientos, de personas que se habían quedado sin trabajo de la noche a la mañana y que vieron en el negocio de la barra mínima y la terraza ancha un buen sitio en el que invertir las indemnizaciones obtenidas tras sus despidos.

Hasta la fecha, la autoridad municipal ha estado atada de pies y manos ante esta carcoma de las calles y las plazas que en ocasiones se ha demostrado como la versión urbana y primaveral de las parcelas ilegales, pues en ambos casos rige el principio que transforma el espacio público en privado. Y sus beneficiarios son intocables: lo mismo el dueño de la parcela del Higuerón que corta Ronda de los Tejares en nombre de no sabemos ya cuántos cientos de miles de vecinos del extrarradio que el tabernero que hace suya la fuente de un ensanche del casco histórico porque queda preciosa entre los taburetes de madera que ha colocado a juego con el empedrado. Y ay de quien se atreva a plantarles cara o de citar, por ejemplo, que en las ciudades europeas con más fama de parroquianos bebedores y chillones hay carteles encima de las puertas de los pubs que invitan educadamente al personal a guardar un escrupuloso silencio a partir de ciertas horas, porque los vecinos están descansando y eso es sagrado: y vaya si los fumadores que salen a lo suyo al fresco respetan el consejo. O la orden.

Mucho está tardando ya la hostelería más corporativista en tomarse como una agresión al pan de sus hijos la medida que defiende el Consejo del Movimiento Ciudadano, al que hay que agradecerle sus desvelos para que, en resumen, todos podamos conciliar el sueño sin que el bar de la esquina marque la pauta de cuándo hay que irse a dormir.

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