Fernando Sánchez Tapiador, ante el Puente Romano
Fernando Sánchez Tapiador, ante el Puente Romano - VALERIO MERINO
TESTIMONIOS

Radiografía de las vocaciones sacerdotales de Córdoba

ABC habla con seminaristas para conocer las raíces de su vocación

CÓRDOBA Actualizado: Guardar
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Córdoba es una de las diócesis con más seminaristas del país, la quinta, con 68, aunque no todos terminen el camino. Pero, ¿de dónde viene la vocación? ¿Por qué hay determinadas personas que sienten esa llamada y otras no? ¿Qué es, en definitiva, la vocación sacerdotal? ABC ha hablado con dos seminaristas del Seminario Mayor San Pelagio, que dirige el vicerrector Pedro Cabello y que cuenta en la actualidad con una treintena de iniciados, para conocer cuál fue su camino «hacia la santidad», como ellos lo llaman.

«El sentido religioso lo tuve desde pequeño, mis padres son católicos, aunque no muy practicantes, y me mostraron siempre de alguna manera el Evangelio vivo en el amor a los demás y la caridad por el prójimo, y esa semilla que Dios sembró en ellos perduró en el tiempo», señala Guillermo Padilla Sánchez, de 28 años, y con una intensa relación con la localidad de Fuente Tójar.

La adolescencia provocó cierta separación de Guillermo con la Iglesia y en la Universidad, donde se licenció como odontólogo. El mundo era más material que espiritual. Pero eso no sofocó su «deseo de ayudar a los demás». Fue en la Sierra de Perú a donde acudió para colaborar con una congregación religiosa donde volvió a reconciliarse con su vida anterior. «El testimonio de toda esa gente humilde y la labor que se estaba realizando allí me impactó; me sentí muy amado y me encontré de nuevo con Cristo», explica. Tanto es así, que llevó a cabo su primera confesión a los 21 años y profundizó en la vida de los santos.

En las misiones

Su deseo hubiera sido ir de misionero a Perú, pero sus padres se opusieron y entonces no se sintió con fuerzas para llevarles la contraria. Con el tiempo, no obstante, acudió otras cinco veces más al país americano y también estuvo trabajando tres años con mendigos en Madrid, y cada vez más iba sintiendo la llamada de la santidad en su interior hasta que un día «conocí a un sacerdote que me cautivó por su sencillez; fue él el que me hizo ver que se podía ser misionero sin tener que salir del país y fue él quien me trajo al seminario».Desde entonces lleva ya dos años y medio para cumplir una media de siete años formándose hasta conocer la meta que el destino le tiene deparado.

Es el mismo tiempo que lleva en San Pelagio Fernando Suárez Tapiador, de 31 años y cordobés de nacimiento. En su caso se podría decir que fue el materialismo de la vida quien le acabó empujando en la dirección vocacional. Estudió Derecho y ejerció desde el primer día que salió de la Facultad durante dos años y medio. «Me encantan los tribunales, me resultaba un mundo apasionante y, además, estuve en la Universidad saliendo durante cuatro años y medio con una chica», reconoce.

La búsqueda de respuestas y la vocación de ayudar al prójimo está en parte de las motivaciones

«El sufrimiento de la gente me hizo ver que se necesita una respuesta más allá de la que aporta el mundo; porque estar viendo a menudo el juego de padres e hijos en familias rotas como si fuera una partida desgasta y acabé pensando que se puede resolver un problema jurídico, pero no del corazón y que ganar un pleito muchas veces no resuelve el odio o la envidia». El ejemplo de un compañero scout para ser sacerdote le impulsó a tomar el mismo camino.

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