José Javier Amorós - PASAR EL RATO

Prensa y ruido

La comisión de la Mezquita-Catedral podría dedicar su tiempo a ayudar en los comedores de Cáritas o los Trinitarios

José Javier Amorós
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La prensa y la sociedad se necesitan y se influyen mutuamente. Para que la sociedad acepte pasar el rato leyendo periódicos, que no equivale, lamentablemente, a comprarlos, es imprescindible que los medios incluyan diariamente en sus páginas los tres ingredientes esenciales de la curiosidad popular: una tontería, un mito y un delito. La tontería -en el sentido de hecho o dicho banal, sin importancia, necedades, pequeñas flatulencias del cerebro aprovechando la impostura del poder- la pone, casi invariablemente, la política. Y para eso, nuestro tiempo es muy bueno, uno de los mejores de la historia. Ahí están Puigdemont, Sánchez, Iglesias. Montoro, la dulce e inútil Carmena, que dice que ella viaja en avión en la clase más alta porque se lo ha recetado su médico.

Con todo, lo más difícil de entender es qué hace una persona como ella cuando llega a su destino oficial. Si los medios de comunicación no tuvieran la capacidad morbosa de amplificar la tontería, no repararíamos en la mayoría de los personajes públicos, por su vulgaridad natural. Las intervenciones de muchos parlamentarios y asimilados culturales deberían publicarse en la sección de sucesos, como accidentes de la inteligencia. El mito y el delito quedan para otros artículos. Hay que ahorrar.

A propósito de la comisión que ha creado la alcaldesa de Córdoba para que la Mezquita-Catedral sea lo que diga la comisión que ha creado la alcaldesa de Córdoba, la promotora reprocha a la prensa «que haya hablado mucho», «que haya hecho ruido». Eso dificulta el trabajo de los pensadores fuertes y callados que ha designado el poder. Un periódico en silencio sería, como un gobernante eficaz, un contradiós. Lo ruidoso ha sido crear la comisión. Y es de ese ruido que se han hecho eco los periódicos. Si la alcaldesa, siguiendo el consejo de Pascal, se hubiera quedado tranquilamente en su casa, leyendo, habría en Córdoba un fondo creativo de silencio, que no podrían censurar los medios de comunicación.

Nosotros, el pueblo sin más luces que las de la Feria, necesitamos el magisterio de quienes nos gobiernan. ¿Por qué ellos, que saben, no facilitan de vez en cuando a los periódicos una idea sobre la que podamos meditar? Podrían decir, por ejemplo, que «los hombres mueren y no son felices» (Albert Camus, «Calígula»). Sí, añadiría la alcaldesa de Córdoba, sobre todo en el Sector Sur. Y estaría poniendo los cimientos de una gran comisión internacional sobre la felicidad y la muerte en el Sector Sur. Podrían decir, por ejemplo, hablando de la existencia de lo que existe, de lo que está ahí, que «se deja encontrar, pero no es posible deducirlo» (Jean Paul Sartre, «La náusea»). Sí, comentaría Mayor Zaragoza, que tiene preparación para rectificar a Sartre, y cuyo corazón sangra por los problemas de los cordobeses, pero en el Sector Sur encontramos lo que ya habíamos deducido. Me ofrezco para presidir la comisión del encuentro de lo que existe. Y sin esperar recompensa, como un parado del Sector Sur. Entretanto, la comisión de la Mezquita-Catedral podría dedicar su tiempo a ayudar en los comedores de Cáritas o de los Trinitarios, que son mucho más públicos que la comisión, aunque sean privados. La comisión, otro esfuerzo inútil, si es que alguna no lo es.

Ha llegado a Córdoba la música sofocante del verano. Trompetas, trombones, platillos, el brillo y el ruido del sol. Arde el día en las calles. Melancolía. Una comisión más, qué importa al mundo, si está tan cerca el mar.

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