LA REGADERA

Patios de Córdoba: Pastora, 2

Rafael Barón, su dueño, sabe de flores y dispone una gran variedad

Pendientes de la reina en el patio de Pastora, 2 ROLDÁN SERRANO

ESTRELLA FERNÁNDEZ-MARTOS

Rondar por San Agustín trae recuerdos de incienso, marchas procesionales y rosas de Jericó. Con qué rapidez y naturalidad volvieron sus calles a ser las calles de la Virgen de las Angustias . Siete palabras de negro que florecen en pocas semanas en los trazos ordenados de casas blancas. Rodear la iglesia y callejear es el camino del que va buscando el patio más aislado de la ruta de San Agustín, el patio de la calle Pastora, 2 . Los balcones de la fachada prometen a base de clavel chino y surfinias colorida claridad del patio interior. Y lo cumplen.

El zaguán recibe con hortensias , restos de épocas anteriores, muebles antiguos, un canario en jaula azul y dorada. En el patio, fondo blanco y colorido alegre en derredor. Son muchas las variedades de plantas que encontramos en tan recogido espacio. Se nota que su propietario, Rafael Barón , sabe de flores. Variedades de claveles y gitanillas conviven con una de las plantas más originales de este patio, las clematis , tanto en su versión morada como blanca. Estas plantas empiezan a conformar el tramo de verde, violeta y blanco que rodea a la reproducción en imagen de vestir de la Virgen de la Salud . Begonias, «alegrías de la casa» y azaleas blancas alfombran la mirada que se eleva a base de menudeo azul , morado y blanco de las lobelias , esas flores pequeñitas que saltean todo el patio como si brotaran inconscientes en cualquier rincón de un prado. Alrededor de ella, «los pendientes de la reina». Y a su lado, el pozo.

Lobelias del patio de Pastora, 2 ESTRELLA FERNÁNDEZ-MARTOS

Seguimos adentrándonos en el patio de la mano de la rosa de la gomera que recoge el sol más duro de las horas centrales del día y salteando variedades de claveles, geranios y buganvilla , llegamos a las trompetas floridas de «la suegra y la nuera» , corales y veteadas, pidiendo traje de volantes para ir a de feria. De fondo suena suave una guitarra y un pequeño naranjo en maceta rodeado de verdes sube la escalera. Más arriba, la azotea vuelca al vuelo del patio una barandilla de surfinias.

Y de tanta luz cruzamos de nuevo el zaguán cubierto para volver al barrio. Dejamos atrás las macetas de brillante añil para volver a las austeras calles blancas de hebras de albero a la hora en la que empieza a avisar el calor que viene pero que aún no llega porque no es su hora. Y en nuestro camino por el que portales entreabiertos empiezan a verter a la calle del mediodía algo de su frescor, seguimos llevando en los ojos el color y en el recuerdo el perfume y el sonido del agua fresca, que nos alcanza el mediodía de mayo y, según qué días, ya se nota.

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