LITERATURA

Leopoldo de Luis, muchas vidas vividas en una sola vida

En mayo de 1918, hace ahora cien años, nacía en Córdoba Leopoldo Urrutia, que luego pasaría a la historia literaria como Leopoldo de Luis

El poeta Leopoldo de Luis ARCHIVO

FELIX RUIZ CARDADOR

NACIÓ en Córdoba un 11 de mayo de 1918, sábado según los calendarios. Y lo hizo bajo el nombre de Leopoldo Urrutia. A la historia de la Literatura española ha pasado sin embargo con el apellido de su madre: Leopoldo de Luis. Un tipo humanísimo, de cortesía extrema, que en sus últimos años de anciano entrañable de rostro sonrosado y sonrisa perpetua se dejaba ver de vez en cuando por esa Córdoba que siempre sintió como propia. Es más, cada vez que pasaba por la antigua Pastelería La Perla los recuerdos se le agolpaban y acababa llorando pues para ese mítico establecimiento había trabajado su madre en los años oscuros de la postguerra.

Juventud y madurez madrileñas

Eran los sentimientos de un Leopoldo que siempre fue un solo Leopoldo pero que vivió muchas vidas. El nacimiento cordobés, por ejemplo, y la infancia vallisoletana. La juventud y madurez madrileñas, con un paso por la Residencia de Estudiantes, y la amistad intensa con Aleixandre o Miguel Hernández. También la Guerra Civil y los oscuros 40, con un breve pero intenso regreso a Córdoba. Incluso como poeta fue muchos poetas, pues su obra transitó distintas vetas como el existencialismo, la conciencia social o el lirismo filosófico, llegando a colaborar incluso en revistas tan confrontadas en lo estético como la castellana «Espadaña» y la cordobesa «Cántico». Como se ve, muchos Leopoldos hay en Leopoldo de Luis, e incluso tras su muerte aguardaba un capítulo más de su rica biografía: la confirmación de que el poeta cordobés era hermano por vía paterna del novelista y maestro de columnistas Francisco Umbral.

De Luis y su padres, Alejandro Urrutia ARCHIVO

Al Leopoldo más íntimo lo recuerda ahora su hijo Jorge Urrutia (Madrid, 1945), también poeta y catedrático emérito de la Carlos III. Habla Urrutia del padre afectuoso, pero también del progenitor preocupado por los problemas económicos. Lo recuerda en cualquier como un hombre profundamente respetuoso, que respondía en carta manuscrita a todo aquel que le enviaba un libro para conocer su opinión. «Si le gustaba respondía así y si no sabía que decir le escribía al autor un soneto, que se le daban muy bien», recuerda su hijo. Incluso a los periodistas, después de una entrevista más o menos cotidiana, solía mandarles de puño y letra unas misivas encantadoras. «De la obra literaria de mi padre he oído a unas personas hablar mejor y a otras peor, pero lo que no he oído nunca es a nadie decir algo malo de él en lo personal o acusarlo de algún mal gesto o descortesía», explica Jorge, que recuerda a su progenitor como una persona optimista para dar ánimos a los demás pero pesimista en lo propio.

La guerra dejó su herida: la familia volviendo a Córdoba sin apenas recursos a la ayuda de Vicente Orti

Quizá ese moderado perfume pesimista viniese de su propia biografía. Pues los problemas económicos los vivió en casa por las constantes fluctuaciones económicas de su padre, el abogado y poeta cordobés Alejandro Urrutia. Y también la guerra dejó su herida: con la familia volviendo a Córdoba sin apenas recursos gracias a la solidaridad del profesor e historiador Vicente Ortí, que les cedió una parte de su casa. Años en los que la madre del poeta elaboraba fundas para las cajas de pasteles de La Perla con el fin de lograr algún ingreso y en los que el propio Leopoldo, que había luchado con el bando republicano, se vio trabajando en un taller cordobés después de salir del campo de concentración en el que estuvo. «Ese regreso a Córdoba fue sólo de unos meses para mi padre, pero lo vivió con una gran intensidad», recuerda su hijo.

De Luis y otros escritores junto al Nobel Alexaindre ARCHIVO

La memoria de Leopoldo de Luis no queda sin embargo sólo por esa biografía tan singular y rica, tan siglo XX, sino por su extensa obra. Una producción que avanzó por dos vetas fundamentales: una dedicada a la creación poética y la otra enfocada a la crítica. En lo poético, empezó como poeta existencialista, muy influido por Albert Camus, aunque luego s e sumó a la tendencia dominante de la poesía social que lideraban Celaya o Blas de Otero. La madurez no anduvo sin embargo ahí, sino en una poesía que, sin dejar nunca la sensibilidad social ni cierto existencialismo, se centró más en lo filosófico y en las reflexiones sobre los grandes temas de siempre. Poemarios como «Los imposibles pájaros», «De aquí no se va nadie» o «Cuadernos de San Bernardo» quedan como testimonio de una obra que la editorial Visor recogió en dos volúmenes de cuidada edición a comienzos de este siglo. En cuanto a su labor crítica, quizá su gran aportación, como explica su hijo, haya sido el hecho de afrontarla con amplitud de miras hacia diversas tendencias y estéticas y sin ese sectarismo que tan frecuente ha sido en la literatura española.

Leopoldo de Luis queda como ejemplo en cualquier caso de que la poesía cordobesa del siglo XX no fue sólo el grupo Cántico y su larga y magnífica nómina de poetas sino también otras rutas y otras sensibilidades. Poéticas singulares como la de Leopoldo de Luis que aún siguen latiendo en sus poemas a pesar de que haya pasado más de una década de su muerte y de que ahora se recuerde no sólo al poeta sino también al hombre bueno que fue en su centenario.

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