APUNTES AL MARGEN

Ese I+D del que hablan

Córdoba está a la altura de las ciudades búlgaras o croatas en el índice europeo de acoger las ideas creativas. El informe de la Comisión tendría que haber generado un debate sobre la cuestión

Equipo de Wendu, la camiseta hecha en Córdoba que enfría y calienta desde el móvil VALERIO MERINO

RAFAEL RUIZ

La Comisión Europea ha creado una herramienta estadística que propone un asunto interesante. Medir eso que llaman economía del conocimiento con el objetivo de saber qué ciudades, entre 167 estudiadas de todo el continente, tienen una estrategia más capaz para aprovechar la creatividad y generar con ella economía . Una de las cuestiones que hay que subrayar es que no estamos hablando de museos o de visitas a las cruces de mayo. La herramienta, basada en una multiplicidad de fuentes, mide de qué forma la creatividad influye en la sociedad y cuál es la acogida a esas propuestas usando aspectos tan variados como las salas de cine, las patentes industriales o los empleos en el sector de la tecnología. Por una vez, intentemos ver en este estudio algo más que una excusa para llenar los bares y captar a mil turistas más para la Judería. Venga, que se puede.

Según el estudio de la Comisión Europea, Córdoba solamente tiene trece ciudades que están peor en un ranking, bautizado como índice C3, que mide desde los sistemas de gobernanza hasta el número de trabajadores titulados en tecnologías de la información , desde la pulsión cultural de la ciudad y la respuesta del público a las posibilidades de integral laboralmente la riqueza, la diversidad y el mestizaje que ofrecen los procesos migratorios. Para que se hagan una idea, Córdoba aparece como la peor ciudad de Andalucía y de España en esta materia. A la altura, por hacer una comparación, de las capitales búlgaras estudiadas -un país que formó parte del telón de acero y que tiene un PIB per cápita cuatro veces menor al español- o de determinadas ciudades croatas , un estado surgido de una terrible guerra que aún se encuentra fresca en el recuerdo. Literalmente, si hubiese una Europa de dos velocidades en esta materia, estaríamos sentados en el vagón de tercera.

Esto de la innovación, el conocimiento y la creatividad parece, según la feliz definición que hacía el fallecido alcalde Andrés Ocaña, lírico bailable . Nieve frita , que decía Marcelino Camacho. Sin embargo, todos los que trabajan en esta materia aseguran que se trata de cuestiones prácticas, perfectamente tangibles, que pueden implementarse bien dejando trabajar a la iniciativa privada bien mediante determinados empujones públicos. La realidad es que la economía contemporánea no se fundamenta en la producción sino en la inteligencia que diseña esa producción y comercialización de bienes y servicios. Lo que la herramienta de la Comisión Europea está diciendo es que todas las supuestas estrategias puestas en marcha para este fin son inútiles comparativamente hablando. Esta no es una ciudad «friendly» con la gente lista que, cuando tiene una buena idea, prefiere marcharse donde esa propuesta sea acogida con perspectivas de financiación y cariño.

En una ciudad europea de las normales, un informe de estas características hubiera servido ya para abrir un debate coherente, políticamente impulsado, sobre qué está pasando. Esto es más importante que los veladores. Mucho más que todas esas zarandajas que pueblan la política oficial de subvenciones o de bonificaciones tributarias, dedicadas en tantas ocasiones en buscar en aplauso de los propios y en mantener inercias del pasado que en repensar, de la mano de gente con la cualificación que se precisa para estas cosas, de qué va esto del mundo en el que estamos donde las cosas son cada vez menos sólidas.

No, no basta con poner una carpeta pública donde ponga « emprendimiento » en letras grandes, ese mantra ultracapitalista tan tonto acogido por los poderes públicos de cualquier signo y color con el objetivo de desembarazarse de toda responsabilidad en la activación de un mercado laboral que no funciona. Ni quedarse tan contento por disponer de un parque tecnológico -que es un páramo de jaramagos- o un instituto dedicado a la biomedicina si no existe una correa de transmisión de ese conocimiento y esas inversiones a empresas auxiliares dedicadas a alimentarlo. Tampoco se trata de llamarle empresa cultural o creativa a cualquier menda que viva del presupuesto, colgado de la firma del concejal o del consejerito de turno. Ni de pensar que todo se soluciona haciendo un edificio, poniendo ladrillos, en un momento donde lo que sale adelante son las ideas . A ser posible, buenas.

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