Luis Miranda - VERSO SUELTO

Habichuelas y ollas vacías

Todavía quedan en Córdoba muchos que viven de los pobres y hacen negocio con los parados

Luis Miranda
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Decía Carmen Sotillo, la viuda repentina a la que Miguel Delibes dibujó asaeteando con reproches, confesiones y deseos frustrados al cadáver de Mario, que en el mundo tenía que haber ricos y pobres para que los primeros pudiesen ayudar a los segundos y así justificarse unos y otros cuando llegase el momento de rendir la vida, como le acababa de pasar a su marido. Nadie va a decirlo, pero todavía quedan en España muchos que viven de los pobres, que se alegran de que existan y que deberían devolverles, en justa comisión, una pequeña parte del sueldo del que disfrutan por tenerlos todo el día en la boca.

Hay para escoger entre los apóstoles de la pobreza infantil y la alcaldesa de los niños malnutridos, pero me quedo con el que el otro día soltó en el Congreso de los Diputados que uno de cada tres españoles estaba en riesgo de exclusión social, así que ya me imaginaba por todas partes un mundo de zapatos agujereados, cenas de plato vacío y casas sin calefacción ni agua corriente.

Entre la dura competencia de Rufián y Bildu y la propia indiferencia que ya se ha creado con la repetición catastrofista de tantas hipérboles interesadas ni siquiera me ha sobrevivido el nombre del orador.

En Andalucía los pobres recurrentes se llaman desde hace mucho tiempo parados, y aunque quienes enlazan un mal trabajo con otro peor quieren salir de eso, y más que nadie los que no tienen más ocupación que sellar el papel del SAE cada tres meses, también hay muchos que en estos años han sabido buscarse muy bien las habichuelas con chorizo gracias las ollas vacías de los demás. Lo hicieron los que se inventaron unas fundaciones en el Sector Sur de Córdoba, de nombres Guadalquivir Futuro y Jóvenes Hacia el Futuro. Sobre el papel todo era tan bonito como buscar trabajo y orientar a quienes querían ganarse la vida: lo que ha contado ABC en los últimos meses habla de que se recibía mucho dinero público y no todo iba para los contratos, sino que una parte se les quitaba «manu militari» y se dejaba en las fundaciones, tan amigas del PSOE que el presidente de una era el líder de las Juventudes Socialistas en la ciudad.

En estos años les han llegado casi 800.000 euros de dinero público, sobre todo de la Junta de Andalucía, y el que quiera que se construya en la cabeza el puzzle de la paz social que se consigue regando con subvenciones la tierra cuarteada por la incapacidad económica. Desde luego quienes no terminan de encajarlos son el Ayuntamiento y la Diputación, que no saben todavía si esto está bonito o feo y se inclinan por dejarles el dinero que quitaron a las organizaciones de inspiración cristiana que sí han trabajado por los demás. Les interesan mucho más estas subcontratas de lo público, satélites que no tienen consejos de administración con políticos, no pasan por el Parlamento y si dan problemas tampoco tendrán una tele que bombardee con sus nombres en esta tierra donde no se sabe si la Junta es ubicua por no existir nada o antes lo aniquiló todo con su omnipresencia.

Que la malicia o benevolencia de cada cual dicten condena: si el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, también tiene que haber una escalerilla al purgatorio de los lilas para quienes se tragaran que detrás de las solemnes intenciones de empujar al mercado de trabajo y luchar contra la amenaza de lo marginal no había más que la voluntad filantrópica de ayudar.

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