José Javier Amoros - PASAR EL RATO

La gracia

El humor es una cualidad de un cerebro evolucionado

El sentido del humor es una cualidad de la inteligencia. Puede cultivarse, pero no se puede sustituir. Cuando falta, como es el caso de tantos hombres públicos que se consideran graciosos, es porque el cerebro no está suficientemente evolucionado. La gracia no se busca, se encuentra . El hombre de ingenio — Quevedo, Wilde, Shaw, Churchill, Pérez Creus — echa la inteligencia a andar y se da suavemente de bruces con agudezas que cosquillean las neuronas, metáforas deslumbrantes, esa «piedra en el zapato de la metafísica». Incluso en los momentos más desafortunados, los hombres de ingenio vuelan, poderosos, muy por encima de lo pequeño y lo ramplón. Quevedo tiene debilidades de botellonero retroactivo; no es imposible encontrar en Wilde o en Shaw concesiones a la fatiga intelectual ; el sublime epigramista de La Carolina, Juan Pérez Creus, se recrea exageradamente en los amenos pormenores de la entrepierna. Pero una sola de sus peores líneas puede aplastar toda la mediocridad del cónsul tontito. Un tal Enrique Sardá estaba de cónsul en Washington, y lo han cesado por tonto. Pertenece a la carrera diplomática, como Pablo Neruda y Saint-John Perse, dos premios Nobel de Literatura. También él escribe. Hace pocos días redactó una cosita tontamente crítica en una red social, uno de esos aparejos para cazar pajarillos bobos. Tuit, tuit, tuit, pitas, pitas, pitas. Dedica cinco líneas a considerar gracioso que la presidenta de la Junta de Andalucía llevara el mismo vestido que la Reina en una pasada reunión, y también le parece cómico el acento de la señora Díaz . Y lo han echado por falta de gracia.

El humor necesita compasión y distancia. El ensañamiento y la particularización tienen que ver con la sátira, no con el humor . El humor se eleva de lo particular a lo general, va a la especie, más que al individuo. Se apoya en el hombre para llegar a la humanidad. El espectáculo de un necio, probablemente temporal, como el señor Sardá, resulta insignificante ante la inmensa fragilidad intelectual del independentismo catalán , por ejemplo. Yo no digo que lo sea, pero sí que lo parece. A eso que el cónsul considera su sentido del humor le falta sentido, o sea, sentimiento, y alejamiento. Ternura y generalización. Lo suyo no tiene que ver con el humor, con la efectividad de lo cómico, que es artístico y exigente; está pegado a una lógica vulgar, en la que no hay sorpresa: dos mujeres que coinciden vistiendo ropa del mismo color, y una manera de hablar que se imita sin alma y sin sintaxis, que es una facultad del alma. Para que todo eso alcance el cielo del humor le falta perspectiva ; contempla lo que critica desde un ángulo demasiado normal y previsible. Ahí no hay nada gracioso, salvo los esfuerzos del cónsul. Para resultar gracioso, al cónsul le falta gracia original . Y formación adquirida. Su carrera literaria tiene mal pronóstico.

Con las prisas por alcanzar la inmortalidad, el cónsul no ha podido detenerse a estudiar las diferencias, donde está todo: la sátira, agria y cruel (Quevedo, Voltaire); la ironía , cuyo peligro adoro (Wilde, Shaw, Churchill); el humor , bendecido por la gracia, la gracia alada y compasiva (Mihura, Tono, Muñoz Seca). Y la chabacanería (el cónsul). Los andaluces podrían responder al cónsul tontito como los hermanos Álvarez Quintero reprendieron a un actor que se apartó, creativo, del texto que ellos le tenían marcado: «No diga usted eso que dice, porque no tiene gracia. Si tuviese gracia, ya se nos habría ocurrido a nosotros».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación