EL DEDO EN EL OJO

Cordobeses con barretina

El comité de defensa de la república catalana es una muestra de la idiocia que impera en algunos revolucionarios de esta ciudad

Protesta en favor de los comités de defensa de la República en Cataluña EFE
Mario Flores

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« Córdoba será la tumba del sentido común». Con esta afirmación podríamos aventurar lo que deseamos no ocurra, aunque no son pocos quienes pretenden dinamitar la mesura y la racionalidad en nuestra ciudad desde un discurso bizarro, extemporáneo y hasta delirante.

Si Madrid no fue la tumba del fascismo confiemos en que Córdoba tampoco termine por finiquitar la cordura. En todo caso no son pocos los signos alarmantes que se vienen detectando a orillas del Guadalquivir , en esta ciudad cuyas temperaturas veraniegas derriten la sesera; a ver si va a ser esa la explicación de tanta idiocia.

La creación de un comité de defensa de la república (catalana) conformado recientemente en nuestra ciudad (!) no es sino un botón de muestra de lo que afirmo. Como «todo se pega menos lo bonito» se ve que a nuestros jovenzuelos cordobeses les ha dado por jugar a ser revolucionarios y contribuir a la rebelión de unos tarados que en Cataluña proponen, no ya alcanzar la luna, sino pretender que la luna sea también catalana.

A veces me da por pensar que la intención de estos mozalbetes cordobeses de barretina sobrevenida no es otra que la de molestar. Sí, importunar, jorobar, dar la lata y amenazar con quedarse sin respirar. Es la forma que tienen muchos jóvenes y adultos con síndrome de Peter Pan de hacer realidad lo que ven en sus videojuegos, leen en sus cómics revolucionarios o imaginan en sus febriles mentes durante la mayor parte del día que dedican con fruición al ocio.

Imagino que, como sus camaradas sevillanos y granadinos también adscritos a estos comités de defensa de la república (en todos sitios cuecen habas), nuestros guerrilleros catalano-cordobeses suscribirán las soflamas del tipo «Alto a la represión. Libertad presos políticos. Autodeterminación, solidaridad, república» que proponen los primeros en sus tweets (claro, no iba a ser en sesudos tratados historiográficos).

Como hipótesis de trabajo no está mal comenzar planteando que la psicopatología que aqueja de forma generalizada a la ultraizquierda en España (ahí es nada, ¡he dicho «España»!) está detrás de estos desafueros.

Siempre he sostenido -y sostendré mientras no se me demuestre lo contrario- que la izquierda española vive en una realidad paralela, aquella que queda sustentada por un delirio compartido por muchos. Quienes se ven aquejados de este fenómeno encuentran agravios, amenazas y agresiones tan pronto como se levantan por la mañana y ponen los pies en el suelo (a veces esto se produce no antes de las diez de la mañana).

Ese mundo alternativo, fruto de una imaginación delirante, se basa en premisas no existentes que parten de la magnificación de ciertos aspectos de la realidad. En condiciones normales el sentido común opta por encontrar los mecanismos necesarios para modificar aquellos aspectos de la experiencia que pueden resultar desajustados; la cordura, la racionalidad y la proporcionalidad disponen de dispositivos de reajuste que resultan adaptativos.

Pero esta delirante izquierda propone respuestas desadaptativas, desajustadas y extemporáneas desde el momento en que no desarrollan un adecuado contacto con la realidad. La revolución obrera ya vimos en qué terminó.

Córdoba siempre ha sido (o al menos lo fue durante un tiempo) lugar para las «moderneces»; así lo recuerdo, al menos, de aquellos extraños años 80 en la ciudad en que proliferaban góticos, alternativos y grupos de música difíciles de entender. Hoy sigue estando muy valorado lo bizarro, lo alternativo, lo provocador y lo progre. Y ser revolucionario a partir de las once de la mañana a golpe de tweet cotiza al alza. La reivindicación de la república de 1931 este fin de semana en Rey Heredia va también de eso. ¡Ay, lo lisérgico!

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