Puerta Giratoria

Conciencia infantil

La Junta de Andalucía prefiere un docente deprimido a un padre descontento

Padres, madres y alumnos en la puerta del colegio Valerio Merino
Natividad Gavira

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Ante el acoso escolar , los profesores han alzado la voz con la irrefutable prueba de lo que ocurre en las aulas cordobesas: el 52 por ciento de ellos conoce casos de «bullyng» en los centros en que trabaja. Los docentes encuestados por el sindicato CSIF aseguran que esa cifra en secundaria roza el 70 por ciento. Detectan los casos, los observan y cuando interceden mediante, el farragoso proceso administrativo los paraliza. El alumno, entretanto, sigue siendo agredido o calumniado y los acosadores, impunes.

Ahora es aún peor, el infierno virtual se llama redes sociales y no termina al salir de clase. Un crío con diez años es capaz de usar verborrea vejatoria e impropia, aprendida en Internet para aislar a un compañero que solo acierta a llorar. La ofensa nunca es privada, siempre en grupo, prolongada también por quienes callan y creían sus amigos. Las agresiones son verbales en su mayoría, a la cara o a través de mentiras en redes sociales . Así describen el panorama los profesores cordobeses consultados que han mostrado, además, su impotencia. Es normal, la Administración prefiere un docente deprimido a un padre descontento con poder de contagio. Devolver la autoridad a los docentes representa una decisión de todos y no es aplazable por más tiempo.

Estas son cifras para la acción y la reflexión. Mientras la Consejería de Educación siga proponiendo protocolos imposibles y campañas de sensibilización sin formar a profesores, el acoso escolar será una línea ascendente que deje cruzada demasiadas vidas. Propongo regresar al trato jerárquico del maestro, a las obligadas normas de decoro y cortesía entre iguales como medio de convivencia, y no parece opinable, más bien es cumplir con la obligación de poner las cosas en su sitio. Cuando un docente es interpretado por todos como el depósito de valores y exigencias que nos invita a ser mejores, llega el prestigio del que nunca debieron ser despojados.

Los padres podríamos echar un vistazo a nuestra conciencia infantil. Cuando el tiempo pasa, el dolor ajeno te hace más vulnerable y la infancia es ese espacio de cristal por donde transitaste milagrosamente. Es un tiempo donde todas las heridas esperan que tu madurez les conceda una espita por donde escapar para dejarte colgado de un recuerdo borroso sobre aquel niño que no acababa de formar pandilla, aquel otro que por hacerlo asumía lo peor de cada juego y la niña que, sin tú saberlo, rondaba tu casa para llegar juntas al colegio.

Ahora que el tiempo ha pasado y que la tecnología pone en mano de nuestros hijos un arma que a menudo resume frustraciones, volvamos a identificarnos con aquellos niños del pasado para los que no existía ni cifras ni campañas de concienciación. Reconozcamos en ellos el presente peligrosamente expresado en estas cifras sobre acoso escolar y démosle el valor absoluto de un problema social .

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