HISTORIA

¿Cómo sobrevivió Córdoba a la peste?

En un siglo, la ciudad perdió unos 20.000 habitantes por una epidemia que se cebó con las clases bajas

Grabado que ilustra un brote de peste negra en la España del siglo XIV ABC

I. C.

A finales del siglo XVI, España atravesaba una época de esplendor demográfico con una población que los historiadores cifran en 7 millones de personas. En Córdoba , una ciudad pequeña pero de especial importancia para el Reino de Castilla, se calcula que vivían casi 50.000 personas hacia 1580. Un siglo después, su población había mermado de forma impactante. A finales del XVII, la ciudad tendría unos 20.000 habitantes menos .

¿Qué fue lo que produjo esta grave caída poblacional? La respuesta puede intuirse en la nueva producción de Movistar +, « La peste ». Creada por Alberto Rodríguez y Rafael Cobos , esta serie narra los efectos que tuvo la epidemia en una ciudad, Sevilla, que en la segunda mitad del siglo XVI era una de las más ricas del mundo occidental gracias a su ubicación geográfica y sus magníficas relaciones comerciales. Sin embargo, la peste no sólo se cebó con los sevillanos. Se cree que en todo el país murió un millón de personas a causa de esta epidemia, que causó estragos especialmente en Andalucía .

El historiador y escritor José Calvo Poyato cuenta que los primeros casos de peste documentados en Córdoba datan de 1601. La primera «ola» de la epidemia entró por el Norte del país y se extendió hacia el Sur, por lo que llegaría de forma tardía a la ciudad. La cifra que se da de las personas que pudieron fallecer a causa de esta enfermedad es, para Calvo Poyato, «algo exagerada»: 6.000 fallecidos. «Seguramente fueron menos, pero en cualquier caso es un gran impacto para una ciudad de estas características», explica. El azote remitió para regresar entre los años 1647 y 1652. En esta ocasión, la peste entró por el Levante español y se desplazó hacia el Este. Sobre esta fase, un contemporáneo de aquellos tiempos, el médico Alonso de Burgos , hablaba de hasta 16.000 muertos a causa de una epidemia que fue especialmente demoledora en el Sur. De hecho, en Sevilla «mató» casi a la mitad de la población.

La epidemia mermó la población de Córdoba en unas 20.000 personas en un siglo

La tercera fase de esta peste bubónica llegó a Córdoba en 1682. A ella se asocian, según Calvo Poyato, 12.000 muertes que también considera una cifra «inflada». En cualquier caso, la enfermedad se ensañó con una ciudad que estaba ya muy castigada por los anteriores brotes de la peste . Sus efectos no se quedaron en la capital. Localidades como Cabra, Lucena y Priego sufrieron también las consecuencias de una epidemia que en esta ocasión llegó a la provincia desde Málaga . Las autoridades de la época intentaron, sin éxito, establecer una barrera defensiva en el río Genil para evitar el contagio. Sin embargo, protegerse de la peste suponía una verdadera ruina económica, puesto que la ciudad se blindaba hasta quedar aislada.

Precisamente por este motivo fallaron los controles, explica Calvo Poyato. Tratando de evitar las pérdidas, las autoridades ocultaban el avance de la epidemia con las esperadas consecuencias. Cuando querían reaccionar, era demasiado tarde. Sucedía lo mismo en el plano privado: las familias negaban la existencia de casos y enterraban a los muertos en los corrales de las casas. Tiene su por qué: si se «delataban», para evitar contagios, no había más solución que prender fuego a sus casas y a todas sus pertenencias.

El médico Alonso de Burgos dio con la medicina: «Huir cuanto antes mejor y regresar cuanto más tarde mejor»

A todo ello hay que sumarle que no existían remedios para tratarla. El médico Alonso de Burgos sólo contemplaba una medicina capaz de hacer frente a la peste: « Huir rápido, cuanto antes mejor, y regresar cuanto más tarde mejor ». Los vecinos buscaron consuelo en la religión y pidieron protección a santos como San Roque. Sacaron a la calle procesiones de rogativa con las que sólo lograron que la epidemia se contagiara más deprisa al mezclarse sanos e infectados en el mismo espacio. La devoción a San Rafael hunde sus raíces precisamente en el siglo XVI, cuando el padre Roelas afirmó que el Custodio se le había aparecido para revelar que salvaría a la ciudad de la peste.

La enfermedad tuvo especial incidencia en las clases más bajas de la sociedad , las más vulnerables, que además habían atravesado varias crisis de subsistencia. La falta de trigo había mermado un alimento muy importante en la época, el pan, lo que condujo a varias hambrunas. Esto no quiere decir, señala Calvo Poyato, que las élites sociales estuvieran a salvo. La peste avanzó rápido, favorecida por una ciudad que no destacaba precisamente por la limpieza de sus calles . El urbanismo cordobés, de calles estrechas y poco ventiladas, también jugó a favor de su expansión. A finales del siglo XVII, la población cordobesa había descendido hasta las 30.000 personas.

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