Francisco Poyato

Carrera extraoficial

La seguridad es el nuevo mantra de la incesante carrera contra las cofradías y la Iglesia

Francisco Poyato
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hace tiempo que se abrió una especie de carrera en Córdoba para conseguir frenar el traslado de las hermandades en itinerario común a la Mezquita-Catedral. Hemos asistido a un antológico (a veces disparatado) y empecinado ejercicio opositor, bien relevado y solidario, a todo lo que representa la Semana Santa, la titularidad eclesiástica del primer templo y monumento de la ciudad y, por ende, la Iglesia católica; y por defecto sus seguidores, más que mayoritarios en esta ciudad... Y lo que te rondaré morena. Porque éste será el estado permanente de la cuestión a partir de ahora. Nada de toboganes u Ojos del Guadiana. No seamos ingenuos. Ocurre casi como con las consecuencias de la crisis: hemos tenido que aprender a vivir de otra manera con ella empotrada en nuestras posaderas.

En esa pugna vale todo, menos aceptar los incontestables argumentos que se han puesto sobre la mesa durante los últimos dos años. Vale lo legítimo e ilegítimo. Lo que supera el umbral del sentido común y la propia cordura. La jugarreta política y la farsa. No hay más energía ni más coherencia posible que la enfocada al mismo punto en la diana. No hay descanso, ni tampoco mejor escaparate para guardar la ausencia del anonimato y la mediocridad. No hay mejor excusa para la inquina, ni más óptimo espejo para el retrato de quien a él se acerca. Nos aproximamos al clímax de la competición y el ritmo se agita en esta carrera a fuerza de perder el control.

La seguridad se ha convertido en el nuevo mantra. Y la sensación de (in)seguridad es, precisamente, la que en estos momentos tiene a medio mundo compungido. La irresponsabilidad no tiene límites pues. Que el primer teniente de alcalde de Córdoba, a la sazón responsable del Área de Turismo, lleve meses cuestionando las garantías de la nueva carrera oficial no sólo es impropio de quien dice llamarse representante público, sino que mide la verdadera catadura moral del personaje y su resuelto concepto del cargo que malgasta a diario como un cheque en blanco con fecha de caducidad. Porque si sabe más de lo que dice y tiene suficientes motivos para afianzar esa acusación envenenada, debería haber dimitido, pues todo un gobierno municipal sigue remando en la otra dirección: la de intentar poner en pie una magnífica celebración que deja rédito a todos los niveles en la ciudad. Y si es falso, como así se antoja, tendría que pedir disculpas a quienes llevan mucho tiempo trabajando por que todo salga bien, y debería haberlo cesado quien delegó en él unas competencias que arrastra de manera indigna. Pero eso es política ficción ahora mismo en Córdoba y su medio perfil reinante -que no gobernante-. Espero equivocarme, pero no es difícil en estos momentos aventurar que asistiremos a algún episodio grotesco en los días de Semana Santa, pues el caldo de cultivo que se está sembrando es propiciatorio. Y quien juega con fuego, se acaba quemando.

Y mientras, el silencio, el gran aliado de esta carrera sin final, alienta aún más las posibilidades de triunfo en la meta. ¿Entendería alguien que un concejal, un partido político, una asociación de vecinos o quienes juegan a ambas cosas repitieran sin cesar la letanía de la inseguridad sin fundamento en las calles repletas de los patios...? Seguro que se escucharían más voces para defender lo que todos asumimos sin vacilación. Esa presunta hostelería que se bate ahora el cobre por los vellones ni siquiera ha movido un dedo para decir ¡basta ya! en esta antología del disparate. El daño que se le está haciendo a la ciudad con los reiterados mensajes sobre la inseguridad no hay campaña de marketing que lo cubra. El dinero de la promoción está para otras cosas, no para enganchar a nuevos turistas con unas estampas inéditas e irrepetibles en nuestro país durante los venideros días de la Pasión. Seguimos corriendo...

Ver los comentarios