EL NORTE DEL SUR

El caniche

El Pleno y el comercio insiste en pedir a los dueños de los perros que tengan más civismo en beneficio de todos

Rafael Aguilar

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Lo advirtieron los comerciantes hace poco menos de un mes y esta misma semana ha sido el Pleno del Ayuntamiento de Córdoba el que ha venido a decir, a propuesta de Unión Cordobesa, lo mismo: que los dueños de los perros han de conducir a sus mascotas por la acera y por los parques con el mismo civismo que reclaman para sí. Y cuidado que la crítica entra en un terreno pantanoso y se las ve con un modo de vida a veces intocable y en el que con frecuencia cualquier enmienda es sinónimo de falta de sensibilidad al amor a los de los animales . La queja de los propietarios de las tiendas: que las vías peatonales en las que ellos engalanan los escaparates se vuelven en ocasiones intransitables y que no hay manera de que los potenciales clientes se detengan con tranquilidad delante de la cristalera para sopesar si entran o no porque en el fondo el comprador se sabe una potencial víctima de una correa de esas kilométricas que emparentan a los canes con sus amos o de que pase un ciclista a su aire y zarandee a quien contempla las ofertas de la temporada, fría ya, sí, por fin; y encima, dile algo al de las dos ruedas, llámale la atención siquiera educadamente, que uno se expone a que le dé lecciones allí mismo acerca de su compromiso con el transporte ecológico mientras que tú, te dice sin conocerte, contaminas que te cagas yendo con el todoterreno hasta a por el pan y a por el periódico.

La crítica del Ayuntamiento de Córdoba , la del otro día en la sesión plenaria que aprobó el tren de cercanías: que los responsables de los canes han de observar la obligación de llevarlos atados con cadenas y no sueltos . Bien por el interés de la autoridad municipal por regular la conducta de los aficionados a los perros, tan respetables como los integrantes de los clubes de Vespas retro o de los coleccionistas de miniaturas de aeroplanos de la Segunda Guerra Mundial . Mal porque la recomendación del Consistorio olvida algo importante: esas correas extensibles pueden convertirse en armas de destrucción masiva de los peatones. Sabe uno de lo que habla, o de lo que escribe. El otro día en la calle Claudio Marcelo , a la hora de comer: las prisas de los viandantes que van hacia casa con el tiempo justo, la acera que se estrecha a la altura de unos veladores, justo en los que un señor disfruta del aperitivo con su caniche amarrado a la pata de la silla, el perro a su aire con un par de metros de libertad que le da la cinta extensible; una mujer mayor que pasa, la correa que se le enreda entre las piernas , otro peatón que sujeta a la señora para que no se caiga, el dueño del perro que ve que la mascota, a la que llama « Ricardo », puede sufrir algún daño y se levanta en busca del animal para abrazarlo; la pensionista perpleja, «oiga, gracias por su interés , que yo también estoy bien», el señor que ni siquiera se vuelve y sigue a lo suyo. Acariciando a «Ricardo».

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