VERSO SUELTO

El búnker del taxi

Los taxistas se oponen con ingenuidad a lo que no podrán parar, como los jornaleros no vencieron a los tractores

Taxi ante la estación de Córdoba VALERIO MERINO
Luis Miranda

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Hubo quien pensó que la transición a la democracia no habría sido posible si Luis Carrero Blanco hubiera estado vivo al faltar Franco. Casi todos pensaban que el almirante era el hombre que tenía que continuar con los valores de aquel régimen cuando faltase quien no sólo era su fundador, sino el sistema mismo encarnado. De un brusco empujón explosivo, la ETA quitó de la calle a quien hubiera obstaculizado la llegada de las libertades y todavía hubo cínicos que les dieron las gracias. Yo no soy historiador ni tengo otros elementos para juzgar que unas pocas lecturas, pero me atrevo a pensar que si aquel cuya muerte sacó las lágrimas del que había sido un dictador gélido y cruel hubiera sido presidente del Gobierno en 1975 no hubiera podido detener el avance de lo que se avecinaba.

Las ucronías sólo son divertidas cuando se cuentan en «El Ministerio del Tiempo», pero esta serie deslumbrante está a punto de perderse y ya no se verá a Alonso de Entrerríos, quizá tocado con pantalones de campana y patillas bandoleras, vigilando el hoyo desde el que los terroristas volaron el coche de Carrero. En su lugar hay que quedarse con la historia: con que el fallecido había dicho que se iría cuando muriera Franco, con su lealtad al que no vio coronado como Rey, y sobre todo con la España que se hubiera encontrado, donde las élites empresariales buscaban los nuevos mercados de Europa, los partidos clandestinos estaban bien organizados y una buena parte de la sociedad no se decía dispuesta a seguir tragando con un país gobernado como un cuartel antiguo.

No lo conoció Carrero, que en la víspera de su muerte todavía pergeñó su proyecto de nación autoritaria y un tanto naïf donde los adultos no merecían más responsabilidad política que un niño de doce años, pero cuando tanto él como Franco estaban muertos sólo quedó en España para defender sus valores un grupo de irreductibles, a los que se llamo «el búnker». Después de perder el poder algunos se agruparon en partidos irrelevantes en las urnas y otros, pocos pero ruidosos, tuvieron tiempo para bañar de sangre algunos de aquellos días vertiginosos. Ni las pistolas ni los apocalipsis que se pintaron de un futuro de cambios lleno de partidos políticos contuvieron el río caudaloso que desembocó en la democracia.

Los taxistas que ayer quitaron las llaves de sus coches y pararon las grandes ciudades con una huelga quizá tengan algo en común con ese búnker de los años 70. Desde luego que no han matado a nadie ni se aferran a dictaduras claustrofóbicas, pero se oponen con la misma ingenuidad a aquello que no podrán detener, como no vencieron los obreros británicos a las máquinas ni los jornaleros a los tractores y cosechadoras. Ni siquiera en Córdoba, donde todos los partidos del Pleno suscribieron un texto miedoso y complaciente para impedir la llegada de nuevas plataformas de transporte privado, se evitará el momento en que lleguen sistemas más modernos y funcionales. Compartirán aire con el viejo taxi, que tendrá que ponerse al día y luchar en el mercado, como todo hijo de vecino, con distintas propuestas, cada una con sus ventajas y problemas. El día que tengan la misma competencia que un frutero o una tienda de ropa quizá algunos comprendan y se enfaden al ver la cara de satisfacción de quienes les quitaron el blindaje y la regulación de servicio público que les prometieron que protegerían.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación