Mario Flores - EL DEDO EN EL OJO

De alcaldes y otros atropellos

El alcalde de Baena llama «malcriados» a los funcionarios

Mario Flores
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Ya lo advertía el otro día: con la llegada del nuevo curso nuestros munícipes dejarían de estar de vacaciones y nuestro sosiego estival quedaría de nuevo alterado. Dicho y hecho. Ha sido alzarse el telón de la nueva temporada política y ya tenemos que desayunarnos con uno de esos desahogos tan propios de nuestra clase política.

Que dice el alcalde socialista de Baena que sus empleados municipales están «malcriados» porque tienen la osadía de reclamar las legítimas retribuciones en concepto de productividad. Y no es que haga esa afirmación al albur del sofocante calor de estos días -lo que justificaría un recalentamiento neuronal que explicase el desafuero-, no, es que el señor alcalde se reafirma en esta opinión en septiembre tras haberla proferido en pleno el pasado julio.

En ese momento, don Jesús Rojano afirmó que «hemos malcriado a algunos trabajadores que consideran que tienen más derechos que obligaciones».

Que un socialista cuestione los derechos que los trabajadores han conquistado resulta, cuando menos, inquietante. Pero que el primer edil se permita el lujo de calificar a sus trabajadores como «malcriados» debuta ya en terreno de la felonía. Se trata, en cualquier caso, de uno de esos claros ejemplos en los que la opinión define más claramente a quien la profiere que a quien pretende describir.

Efectivamente el señor Rojano ha quedado retratado como un señor intolerante, mal gestor de la cosa pública y algo chuleta. Y opina así quien lo primero que hizo al acceder al cargo de alcalde fue subirse el sueldo en 8.000 euros. ¿Le aplicamos también a usted el calificativo? Como buen empecinado, el edil se mantiene en sus trece y se niega a pedir disculpas por su desorden según todos le reclaman. Se ve que las vacaciones del señor alcalde de Baena no han debido ser lo suficientemente sosegadas como para permitirle cinco minutos de reflexión y comprometerse con un propósito de enmienda.

Avisaba yo el pasado viernes desde esta mismas páginas que España es un país en baja temeraria por culpa de su clase política; estamos en presencia de un claro ejemplo. El alcalde de Baena deviene epítome de lo que no debe ser un político: alguien tan presuntuoso y pagado de sí mismo como para descalificar a los demás de cruel manera y tratarlos con tal desconsideración. En muchos de nuestros dirigentes falta mucho aseo ético e ideológico y sobra altanería, soberbia y altivez.

Tengo un amigo a quien le gusta diferenciar entre «facultativos» y «dificultativos». Los primeros serían aquellas autoridades que facilitan que las cosas fluyan con facilidad, que discurran sin problemas ni dificultades, mientras que los segundos serían esos que, a contrario sensu, ponen trabas a todo, generan problemas donde no los habían y entorpecen el normal desarrollo de las cosas en general. Nuestro deferentísmo alcalde baenense queda enmarcado en el cuadro de honor de las autoridades «dificultativas» y debería recibir una mención honorífica que destacase esa condición. ¡Con lo bien que estabais de vacaciones! ¿Para qué habéis tenido que volver? Paciencia queridos conciudadanos, ya solo quedan doce meses para que estos se vayan otra vez de asueto estival. Y mientras tanto no queda otra que aguantar. Que aguantar no ya solo su inoperancia sino sus excesos verbales, sus chulerías y sus desdenes.

Señor corregidor de Baena, sea usted valiente y aseado y haga como Pepe Isbert hizo desde su balcón de alcalde; salga a decir al pueblo aquello de «Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación, y esa explicación os la voy a dar porque os la debo». Solo de ese modo podrá haber reconciliación. O quizás no.

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