La Virgen de Villaviciosa procesiona por las calles de Córdoba

La Virgen de Villaviciosa volvió ayer a pasear por las calles de su barrio y su ciudad. Sus devotos pudieron contemplar de nuevo la imagen en una tarde de septiembre soleada y calurosa. Puntual, la titular mariana cruzó el pórtico de la parroquia de San Lorenzo con el repiqueteo incesante de su campanario, toda la cera encendida y al son del himno nacional para encontrarse con los cientos de feligreses que se concentraron en el lugar.

El amplio cortejo procesional dio sus primeros pasos con la marcha «Villaviciosa», del compositor cordobés Alfonso Lozano, que fue interpretada por la Banda de la Esperanza, agrupación que acompañó a la imagen por las calles de su feligresía. La Virgen de Villaviciosa fue portada en su paso de baquetones de orfebrería con maniguetas que fue adornado por cuatro centros con nardos colocados en las cuatro esquinas del paso, junto a dos jarras y friso de claveles blancos.

Antes, en el interior del templo fernandino, la banda de La Esperanza interpretó de manera elegante, como viene siendo habitual cada año, la marcha «Nuestra Señora de Villaviciosa», de Pedro Braña. Éste fue un momento íntimo que hizo emocionar a los devotos que se encontraban en la parroquia.

En la calle Virgen de Villaviciosa, la imagen recibió una enorme «petalá» a la altura del azulejo con su imagen. Otra importante y especial «petalá» fue la vivida a las puertas de Jesús Nazareno. De esta manera, la hermandad nazarena correspondió a la nutrida representación de los hermanos de Villaviciosa en el rosario vespertino celebrado el sábado.

La Virgen de Villaviciosa continuó por su feligresía ante las miradas emocionadas de sus devotos hasta volver a su templo. Minutos antes de las once de la noche volvían a sonar las campanas de San Lorenzo para ver entrar a la patrona de la Enfermería cordobesa.

Antes, a las 12.00 horas, comenzaron los actos oficiosos de la hermandad de Gloria con la celebración de la Fiesta de Regla en la Mezquita-Catedral presidida por el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández.