BALANCE

El declive de la era González en el Córdoba (II): un proyecto «tocado» en la afición, infraestructuras y gasto

La posición de colista no parece fruto de la casualidad, sino de una serie de decisiones

El máximo accionista y expresidente del Córdoba CF, Carlos González, en las oficinas del club ÁLVARO CARMONA

JAVIER GÓMEZ

Las turbulencias deportivas del Córdoba CF que analizamos el martes en la primera entrega del «Declive de la era González», que han llevado al equipo a la posición de colista de Segunda , son consecuencia, en gran parte, de una serie de decisiones en otros ámbitos. Por eso, este miércoles desgranamos cómo la reducción de la inversión en la plantilla, el reparto de dividendos, la falta de unas infraestructuras propias y dignas de un club profesional, de una estructura institucional más familiar que propia de una empresa profesionalizada han llevado al club a una tendencia decante en el gasto, en el apego social de sus seguidores y una terrible carestía de medios para lograr los objetivos.

La reducción para construir la plantilla es notable. El Córdoba CF ha pasado de gastar un 56% del presupuesto a la construcción de la plantilla a que esa partida se reduzca hasta picos mínimos del 21,9% , según siempre los datos oficiales facilitados por el club a sus accionistas. Ha pasado de gastar más de la mitad del presupuesto en pagar a los futbolistas a que apenas una quinta parte del presupuesto del club se dedique a formar la plantilla, tal y como refleja el cierre del ejercicio 2015-16 (en breve se conocerán los datos del carpetazo del pasado, el 2016-17). Eso se traduce en que por cada millón de euros de presupuesto, el club gastaba 560.000 euros en la plantilla. Ahora, del mismo millón de euros, apenas invirtió 219.000 en el plantel.

Todo tiene un origen descorazonador cuando esa desinversión en gasto para la plantilla se compara con otras cifras económicas de la entidad. La más sonrojante para un club que es colista de Segunda debe ser, sin lugar a dudas, el reparto de dividendos . Una polémica maniobra en la que intervino hasta el Consejo Superior de Deportes. El máximo accionista del Córdoba, Carlos González, se permitió el lujo de repartir 1,5 millones de euros de dividendos (le correspondían 1,4 millones a él ) después de un terrorífico descenso a Segunda. Ahora, el equipo se hunde por completo en la clasificación de Segunda. La Segunda B es más que una amenaza.

Sin campos dignos

Tampoco se explica cómo el club ha dado beneficios en cuatro de los cinco ejercicios cerrados, con datos oficiales y públicos, mientras el rendimiento del equipo se deprime. El último ejemplo es la temporada 2015-16. El Córdoba cerró con unas ganancias de 9 millones, según el club. Esas interesantes cifras económicas no han servido para solventar uno de los problemas más importantes del Córdoba y una de las principales promesas incumplidas por González desde su desembarco en el club: las infraestructuras .

En concreto, la prometida ciudad deportiva en propiedad del club sigue en el limbo siete temporadas después. Un proyecto en el baúl de los recuerdos. Los intentos, más o menos reales, han quedado siempre en humo . Desde los terrenos anexos a la A-45 en dirección a Málaga, los terrenos adjuntos al Hipercor, la vía de Encinarejo o la adquisición de la Rafael Gómez. Agua de borrajas. De hecho, el club lleva más de un año de retraso en la construcción de un campo de hierba natural nuevo en el Camino de Carbonell para que entrene el primer equipo . Un colectivo que sufre la imposibilidad de ducharse en la instalación en la que entrena (va en bus a ella), con un estado de la hierba deplorable y a veces con entrenos en campos sin las dimensiones reglamentarias (pequeño de la ciudad deportiva).

Mientras, el Córdoba usa el estadio municipal El Arcángel sin que se haya realizado una cesión formal del mismo. Los conflictos con el Consistorio por esta situación de indefinición han sido una constante. El club no tiene ninguna instalación de su propiedad. Prácticamente ya no quedan clubes en la élite en esta situación, al menos por sus dependencias de entrenamiento. Una rémora respecto a los rivales y una promesa incumplida. Tampoco la estructura del club aparenta ser la más profesional posible. Tiende más a lo familiar . Al menos, en los altos cargos. Nadie da explicaciones de la situación deportiva, el presidente se ha negado a hacerlo en sus tres últimas apariciones públicas.

Ruptura con la afición

La fractura social de Carlos González con la afición del Córdoba CF es pública y notoria. No hay partido en el que los seguidores hayan dejado de cantar el clásico «González, vete ya» o «directiva, dimisión». La desafección con el entorno más cercano del club es patente y notorio. La Asociación de Veteranos rompió sus vínculos con la entidad por lo que entendían una desatención desmedida a su colectivo, tal y como manifestaron en una rueda de prensa.

Tampoco su relación con los pequeños accionistas del Córdoba es, precisamente, de amor. El club los ha desterrado de las Juntas Generales Ordinarias o Extraordinarias con un aumento exponencial del número de acciones necesarias para acudir a éstas y que solo reúne Azaveco, la empresa dueña del club tras fusionar a varias sociedades y absorber a Ecco Documática (la empresa propiedad de González que compró el paquete principal de acciones del club a Prasa en 2011), como desveló ABC hace meses .

Además, el batacazo de abonados desde el ascenso es brutal. Tocó la cima con casi 17.000. Este año, en el último dato oficial que facilitó el club (todavía no ha dado la cifra definitiva) había superado los 12.000. Sin embargo, el desapego es de tal calado que la asistencia se ha desplomado hasta los 7.500 espectadores en el último partido, la entrada más baja a un encuentro de los blanquiverdes en los últimos cuatro ejercicios. Incluso en las últimas temporadas en Segunda B, generalmente, superó esa cifra.

La reducción de gasto, la falta de medios físicos y humanos o la desafección con la afición retratan, son causa, explican y demuestran el declive de la era González en el Córdoba CF y que el «proyecto» está agotado, como sucede en lo deportivo, en materia de gasto, social e infraestructuras y profesionalización.

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