Patera con immigrantes interceptada en laguas de Almería
Patera con immigrantes interceptada en laguas de Almería - ABC
SUCESOS

La desesperación viaja en patera

Miles de inmigrantes se juegan la vida en aguas andaluzas por un deseo que muy pocos ven cumplido

ALMERÍA Actualizado: Guardar
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La desesperación les lleva a probar suerte en la lotería de la incertidumbre y el miedo. Se lo juegan todo a una carta con la creencia de que si la fortuna les sonríe su deseo se cumplirá, sin ser conscientes de que esa a la que algunos consideran una diosa, peca de una exacerbada racanería. La inmigración ilegal se ha convertido en un negocio donde las mafias hacen su agosto a costa de los más desfavorecidos y vulnerables, que juntan con el sacrificio de toda la familia los hasta mil euros que les llegan a exigir por un pasaje con rumbo a lo desconocido bajo la creencia de que una vez en su particular tierra prometida entrarán en la senda de un futuro prometedor para ellos y los suyos.

El billete no garantiza nada, ni la propia vida. En ocasiones alcanzan tierra y logran huir de los representantes de los Cuerpos y Fuerzas del Estado, pero en la mayoría de los casos son detenidos y deportados, en los casos en los que existe convenio de extradición. Otras veces las embarcaciones son interceptadas en alta mar. Pero algunas también zozobran y es entonces cuando la tragedia alcanza límites insospechados. Y una vez en tierra firme el miedo y la incertidumbre vuelven a hacer acto de presencia, si bien cuentan con la inestimable ayuda de los voluntarios de Cruz Roja.

Los que consiguen quedarse en España se internan en el burocrático camino que conduce a alcanzar el permiso de residencia y regularizar su situación. Un paso previo para abandonar la marginalidad, que muy pocos logran no dar en falso. Es el caso de Ousmane Berthe, un costamarfileño de 24 años que estudia Enfermería en la Universidad de Almería (UAL). Con 16 años fue rescatado en la inmediaciones de la isla de Alborán de la patera en la que viajaba con otras 34 personas. Sin saber ni una palabra de español se entregó al estudio. Aprobó la ESO y se sacó el Bachillerato. Está a punto de ver cumplido su sueño de ser enfermero, ese que un día le llevó a dejar atrás Man, su localidad natal, con 11 años para trasladarse a Abidjan, la principal ciudad de su país. De ahí saltó a Mali y, tras atravesar el desierto de Argelia, llegó a Marruecos. «Me dijeron que era fácil llegar a España y no me lo pensé mucho», asegura.

Con 12 años Hamza llegó a Almería en patera hace unos meses. Los vecinos de su barrio de Argelia juntaron el dinero para pagarle el pasaje. Busca a su primo que vive en España, pero desconoce su destino. Su intención es «probar suerte» para sacar a su familia de la pobreza en la que se encuentra inmersa. Nada más llegar a tierra firme tuvo que ser conducido hasta el Hospital de Torrecárdenas, a tenor de que es insulino dependiente, como advierte la cartilla de tratamiento a la que se aferra como a un clavo ardiente, y presentaba una glucemia elevada.

Pero no siempre es la precariedad lo que les lleva a abandonar sus orígenes. Marie, camerunesa de 32 años, junto a su hermano salieron de su país por los conflictos violentos que se registran. Su familia les ayudó a huir. Una prima suya, que reside en el Norte de España, les animó a buscar acomodo en una patera. Una tarea que no resulta sencilla, pese a contar con el dinero para abonar el viaje. Antes de embarcar pasaron muchos días ocultos en un bosque de Marruecos, donde fueron agredidos. Ya en suelo almeriense se afanan en dar con el paradero de su allegada, quien «nos dijo que nos podría acoger».

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