Íñigo Errejón, el pasado viernes en Sevilla
Íñigo Errejón, el pasado viernes en Sevilla - rocío ruz
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Así se fabrica una beca al estilo Errejón

Si la investigación académica no persigue un fin científico sino económico es muy fácil burlar los controles de calidad

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En una especie de catarsis colectiva que vive España por la corrupción, pocas instituciones públicas se libran de la sospecha de irregularidades. Y la universidad no podía ser menos. La ya famosa beca Errejón, en la que el dirigente de Podemos cobraba de la Universidad de Málaga un salario bruto de 1.825 euros mensuales, ha puesto en el punto de mira los mecanismos por los que un proyecto de investigación puede estar fabricado de antemano a la medida de un candidato.

Que existe cierta preocupación entre el profesorado lo demuestra el hecho de que este redactor se ha puesto en contacto con varios de ellos, dos catedráticos de reconocido prestigio y larga trayectoria profesional, y prefieren mantener el anonimato. No quieren que los señalen sus compañeros o que se malinterpreten sus palabras.

Las universidades, por los recortes y la crisis, tienen muy poco dinero para proyectos de investigación, casi todo se destina a las nóminas de sus empleados. «Actualmente hay tales mecanismos de control y justificación de los gastos, que incluso esta carga administrativa desincentiva para desarrollar trabajos. Si viene un ponente desde fuera, por ejemplo, -explica nuestro profesor- no se pueden pasar gastos de comida superiores a los 20 euros o un simple comprobante del taxi desde el aeropuerto no es válido, tiene que adjuntarse una factura». Entonces, hay que buscar la financiación fuera. «El problema se presenta a la hora de orientar el trabajo de investigación; o es por un asunto académico o meramente económico. Si es el primer supuesto tienes que buscar una investigación seria, que puntúe para tu curriculum académico, los realizados en tu propia universidad o no lo hacen o es muy baja», continúa.

Para no ser menos que los demás, la propia Junta de Andalucía tiene también su agencia de evaluación: la Agencia Andaluza del Conocimiento, que en su página web ya viene de antemano con un código ético, en español e inglés.

«El problema está en que cualquier organismo público puede convocar sus becas y ayudas y además los mecanismos de control. Exigir la certificación de estas agencias, que cobran y son independientes, o designar ellos mismos un comité de expertos que evalúe al candidato. Es lo que ha pasado con la beca Errejón, que la propia Consejería de Fomento de la Junta de Andalucía, en manos de IU, ha fabricado una beca a medida del candidato, que por cierto fue único, no se presentó nadie más», aclara el profesor.

Ese es otro de los caballos de batalla de estas becas, la publicidad, libre concurrencia y competitividad, brillan por su ausencia. «Desde colgar la convocatoria en internet y darle publicidad internacional a hacerlo en un tablón de anuncios de la Facultad un viernes por la tarde una semana antes de que expire el plazo, hay una gran diferencia», explica nuestra fuente. «Basta leer el nombre del proyecto financiado y quién lo hace para hacerse una idea de lo que hay detrás. Generalidades, objetivos de investigación vagos, o propuestas tan anodinas como “La vivienda en Andalucía. Diagnóstico, análisis y propuestas de políticas públicas para la desmercantilización de la vivienda” (la beca del profesor Alberto Montero que “ganó” Errejón), lo dice todo», aclara nuestro informante universitario.

A partir de que el vicerrectorado o el rectorado de la Universidad en cuestión, da el visto bueno, ya se puede decir que el proyecto está aprobado. «Estos organismos se limitan a comprobar los requisitos técnicos de los investigadores, si tienen los estudios, notas, trabajos, doctorados, etc que se les pide. No evalúa la idoneidad, ni actualidad, ni mucho menos la altura intelectual de la investigación, no es su cometido», critica nuestro investigador cualificado.

«Además, pasado este filtro, ya es muy difícil controlar este tipo de becas. Los resultados no se someten a examen ni puntúan. El informe final puede tener tres o dos mil quinientos folios. No importa. Se puede puede dar el caso de que tenga tres magníficas páginas de conclusiones o un libraco de corta y pega. O a la inversa, que sería lo lógico. Lo más probable es que los resultados no se comprueben o evalúen a no ser que salte el escándalo como el de Errejón».

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