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Explosivos y preferentes
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DIEZ AÑOS del 11-m

Explosivos y preferentes

Después del atentado, Araceli Cambronero perdió su trabajo de diseñadora gráfica, a su esposo, un pecho por un cáncer de mama... Y ahora ha perdido el dinero

10.03.14 - 16:11 -

Araceli Cambronero (Madrid, 1968) no deja de sonreír. Todo lo demás le va mal. Es una muestra de la elasticidad de los seres humanos, ya que cualquiera en su caso hubiera perdido la cabeza. El 11 de marzo de 2004 se le comenzó a torcer la vida cuando salió volando por el andén de la estación de Atocha, empujada por la mano invisible de la onda expansiva. Llegó a casa, abrazó a sus dos hijos y a su marido, pero su vía crucis no había hecho más que empezar. A día de hoy nunca ha dejado de caminar por ese suelo de escombros y cuerpos que no le deja dormir. Después del atentado perdió su trabajo de diseñadora gráfica, a su esposo, un pecho por un cáncer de mama... Y ahora ha perdido el dinero. Ella y al menos otras trece personas aceptaron invertir las indemnizaciones en las malditas preferentes.

«En realidad no quieres ese dinero, nadie lo quiere. Es como si estuviera sucio, por eso lo inviertes en algo, como para olvidarte de él», explica Araceli. Cuando la declararon víctima psicológica del atentado, pagó lo que debía a su familia, que la había ayudado hasta entonces a salir adelante. Lo demás lo dejó en manos de un amigo que trabajaba en Caja Madrid. «No sé ni lo que me dijo. Yo solo le pregunté que qué pasaba si quería disponer de ese dinero. Me dijo que en 48 horas lo tendría». Era mentira, se trata de una inversión a perpetuidad, de altísimo riesgo y que ha perdido casi todo su valor. Ahora se le ha terminado el subsidio del paro y no tiene de qué vivir. «No leer aquello fue un error mío, pero nunca imaginé que podían engañarme de esa manera».

El siguiente caso es obsceno. Teresa Rodríguez, su madre y su hermana recibieron un dinero que obviamente no llenaba el espacio enorme que dejó su hermano Ángel Luis, de 34 años. En esos días llamaron misteriosamente del banco. Eran los agentes del barrio a los que conocían desde hacía años. «Había aumentado nuestro patrimonio y el remitente de la transferencia era el Ministerio del Interior, así que ataron cabos. '¿Es por el fallecimiento?', me preguntaron. Eso me cabreó bastante. Nos propusieron una manera de invertir». Su madre, Victoriana, de 68 años, no sabía qué hacer con esa cochina indemnización, así que la repartió entre las hermanas como un fondo con el que pagar los estudios de sus nietos, que así recordarían siempre a su tío. Pero el dinero quedó bloqueado en las preferentes. «Eso es lo que más me duele», explica Teresa. En la oficina donde hicieron la operación ya no queda nadie de los que le juraron que podrían sacarlo cuando quisieran, su única condición. No dice de cuánto se trata, pero asegura que el banco ya poseía un informe que advertía de que las preferentes eran un producto de alto riesgo. Esta semana ha tenido el primer juicio. Veremos.

Explosivos y preferentes
Araceli y Teresa, dos de las afectadas que perdieron su dinero con las preferentes, en la estación de Atocha. / Alberto Ferreras

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